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Historia social de la literatura y ei arte
produce una impresión magnífica y parece que vale mil rublos;
pero de pronto se da uno cuenta de que tiene un defecto y cojea, y
se comprueba con sentimiento que no vale ni dos perras. Dos
toievski tenía en verdad un defecto al andar, y produce siempre,
jun to al robusto y sano Tolstói, cierta impresión patológica, lo
m ism o que Rousseau junto al razonable y equilibrado Voltaire.
Pero las categorías en este caso no se pueden distinguir ya tan lim
piam ente como en Voltaire y Rousseau. Tolstói mismo muestra
toda una serie de rasgos rousseaunianos y está en muchos aspectos
más cerca del rousseaunianismo que Dostoievski. Su ideal de sim
plicidad, naturalidad y verdad es sólo una variante del «malestar
ante la cultura» de Rousseau, y su nostalgia del idilio aldeano
principal no es más que la renovación del viejo romanticismo ene
m igo de la civilización. No en vano cita las palabras de Lichten-
berg de que se acabará la humanidad cuando ya no haya más sal
vajes.
También en este rousseaunianismo se expresa sólo el miedo a
la soledad, al desarraigo, a la falta de refugio social. Tolstói conde
na la cultura moderna por sus efectos diferenciadores y maldice el
arte de Shakespeare, Beethoven y Pushkin porque divide la huma
nidad en estratos distintos, en lugar de reuniría. Lo que en las doc
trinas de Tolstói podría ser llamado colectivismo y lucha contra las
diferencias de clase, apenas tiene nada que ver con la democracia y
el socialismo; es más bien la nostalgia de un intelectual, que se
siente solo, por una comunidad de la que, ante todo, espera la pro
pia salvación. Cuando Cristo pidió al joven rico que repartiera todo
lo q u e poseía entre los pobres, pretendía, según la exégesis de
H enry George, ayudar no a los pobres, sino al joven rico. También
en el sentido de Tolstói se debería ayudar ante todo ai «joven rico».
La perfección propia y la salvación del alma son su verdadero obje
tivo. Este espiritualismo y egocentrismo condicionan el carácter
irreal y utópico de su mensaje social y las íntimas contradicciones
de su doctrina política. Este ideal moral privado provoca su quie
tism o, su repudio de la resistencia violenta contra el mal y su afán
de reformar las almas en lugar de la realidad social. «Nada es más
dañoso para los hombres -escribe en su proclama A l pueblo de los
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