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Naturalismo e  impresionismo








                     explicar,  por  el  contrario,  por  su  origen  burgués  y  su  desarraigo


                     plebeyo.  El aristócrata debe  su valor a su puro ser,  a su  nacimien­


                     to,  a su  raza;  el  plebeyo,  por el  contrario,  a su  talento,  a sus  apti­


                     tudes y obras personales. La relación entre señores feudales y escri­



                     bas  apenas  si  ha cambiado  en  el  curso de  los  siglos,  incluso  en  el


                     caso  de  que  los  señores  mismos  hayan  llegado  a ser en  parte  algo


                     así como  «escribas».



                               La antítesis entre  la discreción de Tolstói  y el exhibicionismo


                     de Dostoievski, la elegante contención del uno y el  «bailar desnu­


                     do  delante  de  la  gente»  -com o  se  dice  en  Los demonios-  del  otro,


                     proceden  de  la  misma  diferencia  social  que  separa  a  Voltaire  de



                     Rousseau.  Más difícil  es  la atribución sociológica de las propieda­


                     des  de  estilo  y  carácter,  como  medida,  disciplina  y  orden,  a  una


                     parte, y lo informe, el caos y la anarquía, a la otra. La falta de me­



                     dida es en ciertas circunstancias un rasgo tan característico de la ac­


                     titud vital aristocrática como de  la plebeya, y la voluntad artística


                     burguesa,  como  sabemos,  muestra  a  menudo  tendencias  tan  ri­


                     goristas como la cortesana. Tolstói es, en lo que se refiere a la com­



                     posición  de  sus  obras,  tan  desmesurado  y  caprichoso  como  Dos­


                      toievski: ambos son anarquistas en este aspecto. Tolstói es sólo más


                     mesurado en el develamiento de las profundidades anímicas y más



                     discerniente  en  los  medios  de  los  efectos  emocionales.  Su  arte  es


                     mucho más elegante, ejercitado y agradable que el de Dostoievski,


                     y, a diferencia de este  típico representante del  nervioso siglo XIX,


                     ha  sido designado  con  razón como un  hijo del  siglo  XVIII.  Com­



                     parado  con  el  romántico,  místico  y  extáticamente  «dionisíaco»


                     Dostoievski, Tolstói produce un efecto más o menos clásico, o, para


                     permanecer  dentro  de  la  terminología  de  Nietzsche,  «apolíneo»,



                     plástico,  estatuario.  Todo  su  estilo  anímico  tiene,  en antítesis  con


                     la naturaleza problemática de Dostoievski, un carácter positivo en


                      el  sentido  en  que  lo  entendía  Goethe,  cuando  éste  quería  oír  el


                     pensamiento  de  otros  expresado  de  forma  «positiva»,  pues  de



                      «problemático» ya tenía él mismo, según decía, bastante. Esta sen­


                      tencia podría por  el  contenido,  si  no  por  la  forma,  ser  de Tolstói,


                      que precisamente en relación con Dostoievski dijo una vez algo pa­


                      recido.  Comparó a Dostoievski con un caballo que a primera vista







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