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                                                 Historia social de  la literatura y el arte








                  símil  que  la  realidad?»  No  hay  ninguna  definición  del  expresio­


                  nismo y del surrealismo que pudiera ser más exacta. Lo que en Dic­


                  kens era todavía un contacto puramente ocasional, y las más de las


                 veces  inconsciente,  con  la  zona  fronteriza  entre  realidad  y  sueño,



                 experiencia y visión, se convierte aquí en una continua apertura ha­


                 cia  los  «misterios  de  la vida».  La  ruptura con  el  cientificismo del


                 arte naturalista se prepara ya.  Un nuevo espiritualismo está en for­



                  mación  a  partir  de  la  reacción  contra  el  cientificismo,  de  la  rebe­


                  lión contra el naturalismo, de la desconfianza frente a la visión del


                 mundo según la ciencia natural y frente al dominio racionalista de


                 los problemas de la vida. La vida misma es sentida como algo esen­



                 cialmente  irracional,  se  cree  oír  desde  todas  partes voces  llenas  de


                 misterio, y el arte se convierte en resonancia de estas voces.


                            A  pesar  de  las  profundas  antítesis,  hay  entre  Dostoievski  y



                 Tolstói,  en  su posición  ante  el  problema  del  individualismo  y  de


                 la  libertad,  una  comunidad  fundamental.  Ambos  consideran  la


                 emancipación  del  individuo  frente  a la sociedad,  su soledad  y  ais­


                 lamiento, como el peor mal imaginable. Ambos quieren, por todos



                 los  medios  que están  a su alcance,  evitar el  caos  que amenaza caer


                 sobre el hombre enajenado de la sociedad.  En Dostoievski,  en par­


                 ticular, todo gira alrededor del problema de la libertad, y sus gran­



                 des  novelas  son en  el  fondo nada más que análisis  e  interpretacio­


                 nes de esta idea. El problema mismo no era en modo alguno nuevo;


                 a  los  románticos  les  había  ocupado  continuamente,  y  desde  1830


                 estaba  en  el  centro  del  pensamiento  político  y  filosófico.  Para  el



                 romanticismo,  la libertad  significa la victoria  del  individuo  sobre


                 los convencionalismos; consideraba libre y creadora a una persona­


                 lidad que tuviera la fuerza de espíritu y el valor de imponerse a los



                 prejuicios  morales  y  estéticos  de  su  tiempo.  Stendhal  formuló  el


                 problema  como  el  problema  del  genio,  esto  es,  el  de  Napoleón,


                 para  quien  el  éxito,  según  él pensaba,  era cuestión  de  la  implaca­


                 ble  imposición de  su voluntad, de su personalidad,  de su gran na­



                 turaleza.  El  capricho del genio y las víctimas  que  causaba le pare­


                 cían a él el precio que el mundo tenía que pagar por las hazañas del


                 héroe  del  espíritu.  El  Raskolnikov  de  Dostoievski  representa  la



                 etapa siguiente en la evolución.  El individualismo genial halla una






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