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Naturalismo e impresionismo
Bergson en que aquél descubría en el tiempo todavía un elemento
de desintegración que era apropiado para exterminar el contenido
ideal de la vida. El cambio de nuestra concepción del tiempo, y con
él de toda nuestra experiencia de la realidad, se consuma paso a
paso primero en la pintura impresionista, después en la filosofía de
Bergson, y, finalmente, del modo más explícito y significativo, en
la obra de Proust. El tiempo no es ya el principio de disolución y
exterminio, ya no es el elemento en el que las ideas y los ideales
pierden su valor, la vida y la mente su sustancia; es más bien la
forma en la que nosotros tomamos posesión y nos volvemos cons
cientes de nuestra vida espiritual, de nuestra naturaleza viva, anti
tética de la materia muerta y de la mecánica rígida. Lo que somos
venimos a serlo no sólo en el tiempo, sino a través del tiempo. So
mos no sólo la suma de los distintos momentos de nuestra vida,
sino el resultado del aspecto que estos momentos adquieren a tra
vés de cada nuevo momento. No nos volvemos más pobres a causa
del tiempo pasado y «perdido»; es, precisamente, el tiempo el que
llena nuestra vida de contenido. La justificación de la filosofía de
Bergson es la novela de Proust; en ella, por vez primera, la concep
ción bergsoniana del tiempo adquiere pleno vigor. La existencia ad
quiere vida actual, movimiento, color, transparencia, ideal y conte
nido espiritual a partir de la perspectiva de un presente que es el
resultado de nuestro pasado. N o hay otra felicidad que la del re
cuerdo, que la de revivir, resucitar y conquistar el tiempo pasado y
perdido; pues los verdaderos paraísos son los paraísos perdidos,
como dice Proust. Desde ei romanticismo se le había hecho al arte
siempre responsable de la pérdida de la vida y se consideraba el din
y el avoir de Flaubert como una trágica alternativa; Proust es el pri
mero en ver en la contemplación, el recuerdo y ei arte no sólo una
forma posible, sino la única forma posible de poseer la vida. Es ver
dad que la nueva concepción del tiempo no modifica el esteticismo
de la época; le da, simplemente, un aspecto más conciliador, y nada
más que la apariencia de conciliación, pues la transmutación de los
valores vitales de Proust no es otra cosa que el consuelo y el auto-
engaño de un enfermo, de un enterrado vivo.