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Historia social de la literatura y el arte
glo 267. Pero Freud está en relación estrecha realmente no sólo con
este irracionalismo neorromántico en el que las zonas oscuras de la
vida espiritual ocupan el punto central del interés, sino al mismo
tiempo con el comienzo y origen de todo el pensamiento románti
co que se remonta a lo anterior a la civilización y a la razón. Existe
una parte todavía importante de rousseaunianismo en el placer con
que caracteriza la libertad del hombre de instinto no civilizado,
pues aunque él no afirma, por ejemplo, que el hombre que asesinó
a su padre y gozó cohabitando con las mujeres miembros de su fa
milia puede ser calificado como «bueno» en el sentido de Rousseau,
ni mucho menos, pone en duda, por lo menos, que en el curso del
proceso de la civilización el hombre se haya vuelto mucho mejor e
incluso más feliz. El verdadero peligro del irracionalismo está, para
el psicoanálisis, no en la elección de su material de investigación
y en sus simpatías por los primitivos no afectados por la cultura,
sino en fundar su teoría en la vida meramente instintiva y orgánica.
Todo concepto no dialéctico del hombre, basado en el supuesto de
que la naturaleza humana es una constante históricamente inmuta
ble, contiene un rasgo irracionalista y conservador. Quien no cree en
la capacidad de evolución del hombre, habitualmente no quiere
tampoco que el hombre, y con él la sociedad, cambien. El pesimis
mo y el conservadurismo se condicionan recíprocamente.
Pero Freud es tan escasamente un verdadero pesimista como
conservador o incluso irracionalista. Su obra lleva en sí, a pesar de to
dos sus factores discutibles, la evidencia innegable de un espontáneo
afecto por la humanidad y de una mentalidad progresista que no ne
cesitan acreditarse. Pero tampoco se necesitan credenciales. Es ver
dad que Freud duda de la fuerza de la razón sobre los instintos, pero
acentúa, sin embargo, que no tenemos para su dominio otro medio
que nuestra inteligencia. Y esto no suena a desesperanza ni mucho
,
menos. «La voz del intelecto es débil -dice— pero no descansa hasta
que ha creado un oyente. Al fin, después de innumerables y repeti
dos desaires, lo encuentra, sin embargo. Este es uno de los pocos pun
tos en que se puede ser optimista con respecto al futuro de la huma
267 Th. Mann, Die Stellung Freuds in der modernen Geislesgeschicble, en Die Forderung
des Tages, 1930, págs. 201 sigs.
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