Page 486 - Hauser
P. 486
Bajo el signo del cine
social, en una palabra, de los managers o «dirigentes». Hay, sin
duda, cierta analogía entre las diferentes formas de regulación so
cial, y si uno parte del mero hecho del tecnicismo y de la es
tandarización a él unida, ciertamente existe un parecido entre R u
sia y Estados Unidos 2. N inguna maquinaria estatal puede hoy
prescindir de los «dirigentes». Ejercen el poder político en repre
sentación de masas más o menos amplias, lo mismo que los técni
cos dirigen sus fábricas y los artistas pintan y escriben para ellos.
La cuestión es siempre en interés de quién se ejerce el poder. N in
gún gobernante del mundo se atreve hoy a admitir que no tiene ex
clusivamente el interés del pueblo en su corazón. Desde este pun
to de vista estamos, en efecto, viviendo en una sociedad de masas y
en una democracia de masas. Las grandes masas tienen, de todas
maneras, una participación en la vida política, en cuanto que los
poderes que hay están obligados a preocuparse para irlas sacando
adelante.
Nada es más típico de la filosofía de la cultura predominante
en esta época que el intento de hacer a la «rebelión de las masas» 3
responsable del enajenamiento y decadencia de la cultura moderna,
y el ataque se hace contra ella en nombre de la inteligencia y del
espíritu. La mayoría de los extremistas de derecha y de izquierda
profesan una creencia en el esplritualismo, generalmente algo con
fuso, que subyace a esta filosofía. Es verdad que los dos partidos lo
toman como si significara cosa absolutamente distinta, y empren
den su guerra contra la «desalmada» visión científica del mundo
teniendo en la mente el positivismo por una parte, y el capitalis
mo, por otra. Pero la manera con que la intelectualidad está divi
dida en dos campos es muy desigual a partir de la década que se
inicia en 1930. La mayoría son consciente o inconscientemente
reaccionarios, y preparan ei camino al fascismo bajo la guía de las
ideas de Bergson, Barres, Charles Maurras, Ortega y Gasset, Ches-
terton, Spengler, Keyserling, Klages y demás. La «nueva Edad Me
dia», la «nueva cristiandad», la «nueva Europa» son todas la vieja
tierra romántica de la contrarrevolución; y la «revolución en la
2 M. J. Bonn, The American Experiment, 1933» pág. 285.
3 José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas, 1930.
487
i