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Bajo el  signo del cine







                     social,  en  una  palabra,  de  los  managers  o  «dirigentes».  Hay,  sin



                     duda,  cierta analogía entre  las  diferentes  formas  de  regulación  so­


                     cial,  y  si  uno  parte  del  mero  hecho  del  tecnicismo  y  de  la  es­


                     tandarización a él unida, ciertamente  existe  un parecido entre R u­


                     sia  y  Estados  Unidos 2.  N inguna  maquinaria  estatal  puede  hoy



                     prescindir  de  los  «dirigentes».  Ejercen  el poder político  en  repre­


                     sentación de masas  más o menos amplias,  lo mismo que  los  técni­


                     cos  dirigen  sus  fábricas  y  los  artistas  pintan  y  escriben  para ellos.



                     La cuestión es siempre en interés  de quién se ejerce el poder.  N in­


                     gún gobernante del mundo se atreve hoy a admitir que no tiene ex­


                     clusivamente el  interés  del  pueblo en su corazón.  Desde este pun­


                     to de vista estamos, en efecto, viviendo en una sociedad de masas y



                     en  una  democracia  de  masas.  Las  grandes  masas  tienen,  de  todas


                     maneras,  una  participación  en  la vida  política,  en  cuanto  que  los


                     poderes  que  hay  están  obligados  a  preocuparse  para  irlas  sacando



                     adelante.


                               Nada es  más  típico de la filosofía de la cultura predominante



                     en esta época que el  intento de hacer a la  «rebelión de  las masas» 3

                     responsable del enajenamiento y decadencia de la cultura moderna,



                     y  el  ataque  se  hace  contra ella  en  nombre  de  la  inteligencia y  del


                     espíritu.  La  mayoría  de  los  extremistas  de  derecha  y  de  izquierda


                     profesan una creencia en el esplritualismo, generalmente algo con­



                     fuso, que subyace a esta filosofía.  Es verdad que los dos partidos lo


                     toman  como si  significara cosa absolutamente distinta,  y  empren­


                     den  su  guerra  contra  la  «desalmada»  visión  científica  del  mundo



                     teniendo  en  la mente  el  positivismo  por una parte,  y  el  capitalis­


                     mo,  por otra.  Pero la manera  con que la intelectualidad  está divi­


                     dida  en  dos  campos  es  muy  desigual  a  partir  de  la  década  que  se


                     inicia  en  1930.  La  mayoría  son  consciente  o  inconscientemente



                     reaccionarios, y preparan  ei  camino al fascismo bajo  la guía de  las


                     ideas de Bergson,  Barres, Charles Maurras, Ortega y Gasset, Ches-


                     terton, Spengler, Keyserling, Klages y demás. La «nueva Edad Me­


                     dia»,  la  «nueva cristiandad»,  la  «nueva Europa»  son todas  la vieja



                     tierra  romántica  de  la  contrarrevolución;  y  la  «revolución  en  la




                               2  M. J.  Bonn,  The American Experiment,  1933» pág.  285.

                               3  José Ortega y  Gasset, La rebelión de las masas,  1930.






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