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Historia social de la  literatura y el arte








            ciencia»,  la  movilización  del  «espíritu»  contra  el  mecanicismo  y


            determinismo de las ciencias naturales no son otra cosa que  «el co­


            mienzo de  la gran  reacción universal  contra la  ilustración  social  y



           democrática»4.


                      En este período de «democracia de masas» se intenta hacer re­


            clamaciones y  exigencias en  nombre de grupos cada vez  más  am­


           plios, de manera que al final Hitler gasta la broma de ennoblecer a



            la inmensa mayoría de su pueblo.  El  nuevo proceso «democrático»


           de aristocratización comienza por jugar la carta del oeste contra el


            este,  contra Asia  y  Rusia.  Occidente  y  Oriente son  vistos en  con­



            traste como representantes respectivamente del orden y del caos, de


            la autoridad y la anarquía, de la estabilidad y la revolución, del ra­


           cionalismo disciplinado y del desenfrenado misticismo5, y a la Eu­


            ropa de posguerra se le previene enfáticamente de que con su cul­



            to de Dostoievski y su karamazovismo está iniciando el camino del


           caos6.  En  la época de Vogüé,  Rusia y la literatura rusa no eran,  ni


           mucho menos,  «asiáticas»; eran, por el contrario, los representan­



           tes de  la cristiandad auténtica,  que se proponían  como  modelo al


           Occidente pagano. Es verdad que en aquel tiempo había todavía un


           zar en Rusia. Los nuevos cruzados no creen, dicho sea de paso, que


           Occidente se pueda salvar en absoluto, y revisten la desesperanza de



           sus opiniones políticas con un sudario de pesimismo cultural.  Es­


           tán  decididos  a  sepultar  el  conjunto  de  la  civilización  occidental


           con sus esperanzas políticas, y como auténticos herederos de la de­



           cadencia, aceptan  «la decadencia de Occidente».


                      El gran movimiento reaccionario del siglo se realiza en el cam­


           po del arte rechazando el impresionismo; este cambio constituye en


           algunos aspectos una cesura en el arte más profunda que todos los



           cambios de estilo desde el  Renacimiento,  que dejaron  fundamen­


           talmente sin  tocar la tradición naturalista.  Es verdad que  siempre


           ha habido una oscilación entre formalismo y antiformalismo, pero



            la obligación de que el arte sea sincero para con  la vida y fiel a la





                      4  Ernst Troeltsch, Die Revolution in der Wissenschaft,  en  «Ges, Schriften», IV,  1 9 2 5 ,

           pág.  676.


                      5  Henri Mas sis, La déjeme de l ’Occident,  1927.

                      6  Hermann  Hesse, Blick ins Chaos,  1923-






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