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Bajo el signo del cine







                   de Joyce, y  Tierra baldía,  de T.  S.  Eliot,  aparecen  simultáneamen­



                   te,  en  1922,  y  dan  las  dos  notas  clave  de  la  nueva  literatura;  una


                   de estas obras se mueve en la dirección expresionista y surrealista,


                   y la otra en la simbolista y formalista.  La actitud intelectualista es


                   común a las dos, pero el arte de Eliot arranca de  «la experiencia de



                   la cultura», y el de Joyce, de  «la experiencia de la pura y primaria


                   existencia»,  según  ha definido  Friedrich  Gundolf,  que  introduce


                   estos  conceptos en el prólogo a su libro sobre Goethe,  expresando



                   con  esto  un  típico  patrón  de  pensamientos  de  la  época 13.  En  un


                   caso la cultura histórica,  la tradición intelectual y el legado de las


                   ideas  y de  las  formas  es  la fuente de  inspiración;  en  el  otro  lo son



                   los  hechos directos  de la vida y  los problemas de la existencia hu­


                   mana.  En  T.  S.  Eliot  y  Paul  Valéry  el  fundamento  primario  es


                   siempre una idea,  un pensamiento,  un problema; en Joyce y  Kaf­



                   ka,  una experiencia  irracional,  una visión,  una  imagen  metafísica


                   o mitológica.


                             La distinción conceptual de Gundolf es como la comprobación


                   de  una  dicotomía que  va  recorriendo  todo  el  campo  del  arte  mo­



                   derno.  Cubismo y constructivismo, por una parte, y expresionismo


                   y  surrealismo,  por  la  otra,  encarnan  tendencias  estrictamente  for­


                   males o respectivamente destructoras de la forma, las cuales apare­


                   cen ahora por primera vez juntas en tan violenta contradicción. La



                   situación  es  tanto  más  curiosa  cuanto  que  los  dos  opuestos  estilos


                   despliegan  las  más  notables  combinaciones  y  formas  híbridas,  de


                   manera que  muchas  veces  se  tiene  más  bien  la  impresión  de  una



                   conciencia escindida que de dos direcciones  en lucha.  Picasso, que


                   pasa bruscamente de una de las dos tendencias estilísticas a la otra,


                   es, al  mismo tiempo, el artista más  representativo de la época pre­


                   sente.  Pero  llamarle  ecléctico  y  «maestro  del pastiche» 14,  sostener



                   que no pretende más que demostrar en qué medida domina las re­


                   glas de arte contra las que está en rebeldía15, compararle con Stra-


                   vinsky y recordar cómo, éste también,  cambia de modelo y  «utili­






                             13  Friedrich Gundolf, Goethe,  1916.


                             M Michael  Ayrton,  A   Master of Pastiche,  New  Writing and Daylight,  1946,  págs,

                   108  sigs.

                             15  René Huyche-German Bazin, Histoire de l’art contmpora 'tn,  1935, pág.  223.





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