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Bajo el signo del cine
El dadaísmo todavía pedía, desengañado de lo inadecuado de las
formas culturales, la destrucción del arce y el retorno al caos, es de
cir el rousseaunianismo romántico en el sentido más extremado del
término. El surrealismo, que completa el método del dadaísmo con
el «método automático de escritura»17, expresa ya con esto su creen
cia de que una nueva ciencia, una nueva verdad y un nuevo arce
surgirán del caos, de lo inconsciente y de lo irracional, de los sue
ños y de las regiones no vigiladas del alma. Los surrealistas esperan
la salvación del arte, del cual reniegan tanto como ios dadaístas, y
al que aceptan a lo sumo como vehículo del conocimiento irracio
nal, de sumergirse en lo inconsciente, en lo prerracional y lo caóti
co, y adoptan el método psicoanalítico de la libre asociación, es de
cir del desarrollo automático de las ideas y de su reproducción sin
ninguna censura racional, moral ni estética!8, porque imaginan que
con ello han descubierto una receta para la restauración del bueno
y viejo tipo romántico de inspiración. Por tanto, después de todo,
se refugian en la racionalización de lo irracional y en la metódica
reproducción de lo espontáneo, siendo la única diferencia que su
método es incomparablemente más pedante, dogmático y rígido
que el modo de creación artística en el que lo irracional y lo intui
tivo son vigilados por el juicio estético, el gusto y la crítica, y que
hace de la reflexión y no de la indiscriminación su principio con
ductor. Cuánto más fecundo que la receta surrealista era el proce
dim iento de Proust, que también se ponía en una situación so
nám bula y se abandonaba a la corriente de memorias y asociaciones
con la pasividad de un médium de hipnotism o19, pero se mantenía,
al m ism o tiempo, como un pensador disciplinado y un creador ar
tístico consciente en sumo grado20. Freud mismo parece haber des
cubierto la trampa cometida por el surrealismo. Se dice que a Sal
vador Dalí, que le visitó en Londres poco antes de su muerte, le
dijo: «Lo que me interesa en su arte no es lo inconsciente, sino lo
17 Edmund Wilson, Axel’s Castle, 1931, pág. 256.
16 André Bretón, (Premier) Manifesté du surréalisme, 1924.
,9 Louis Reynaud, La crise de notre littérature, 1929, págs. 196 síg.
20 Cf. Charles du Bos, Approximathns, 1922; Benjamín Crémieux, X X ' siéclef
1924; Jacques Rivíére> Marcel Proust, 1924.
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