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Bajo el signo del cine
tan intensamente como ahora. Sólo el manierismo había visto el
contraste entre lo concreto y lo abstracto, lo sensual y lo espiritual,
el sueño y la vigilia, con la misma luz deslumbradora. El interés
que el arte moderno pone, no tanto en la coincidencia de los con
trarios, sino en el carácter fantástico de esta coincidencia, también
recuerda el manierismo. El agudo contraste en la obra de Dalí en
tre la fiel reproducción fotográfica de los pormenores y el terrible
desorden de su agrupamiento corresponde, en un nivel muy mo
desto, a la afición a la paradoja en el drama isabelino y la lírica de
los «poetas metafísicos» del siglo XVII. Pero la diferencia de nivel
entre el estilo de Kafka y Joyce, en los cuales una prosa sobria y a
menudo trivial se combina con la más frágil transparencia de las
ideas, y el de los poetas manieristas del siglo XVI y XVII, ya no es
tan grande. En ambos casos, el objeto real de la representación es el
absurdo de la vida, que parece tanto más sorprendente y chocante
cuanto más realistas son los elementos del fantástico conjunto. La
máquina de coser y el paraguas sobre la mesa de disección, el cadá
ver del asno encima del piano y el cuerpo de mujer desnudo que se
abre como el cajón de una cómoda, en resumen, todas las formas de
yuxtaposición y simultaneidad en que son comprimidas las cosas
no simultáneas e incompatibles, son sólo la expresión de un deseo
de poner unidad y coherencia, por cierto que de muy paradójico
modo, en el mundo atomizado en que vivimos. El arte está poseí
do por una verdadera manía de totalidad 24. Parece posible poner
cada cosa en relación con las demás; todo parece incluir dentro de
sí la ley del conjunto. El desprecio por el hombre, la llamada «des
humanización del arte», está relacionada, sobre todo, con este sen
timiento. En un mundo en el que todo es significativo o de igual
significación, el hombre pierde su preeminencia y la psicología su
autoridad.
La crisis de la novela psicológica es quizá el fenómeno más lla
mativo en la nueva literatura. Las obras de Kafka y Joyce ya no son
novelas psicológicas en el sentido en que lo eran las grandes nove
las del siglo XIX. En Kafka, la psicología está sustituida por una
24 Juiien Benda, La France byzantine, 1945, pág. 48.
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