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Rococó, clasicismo y  romanticismo







                    miento,  empapado  de  elementos  cabalieresco-románticos,  místi­


                    co-románticos  y  místico-religiosos.  Pero este arte  burgués  de  Ho­


                    landa  siguió  siendo  en  la  Europa  de  entonces  un  fenómeno  casi



                    completamente  aislado,  y  el  siglo  XVIII  no  enlazó  directamente


                    con él cuando estableció el moderno arte burgués. No se puede ha­


                    blar de. una continuidad de  la evolución,  porque la misma pintura


                    holandesa había perdido en el curso del siglo XVII mucho de su ca­



                    rácter  burgués.  El  arte  de  la  moderna  burguesía  tuvo  su  origen,


                    tanto en Francia como en Inglaterra,  en los cambios  sociales  inter­



                    nos; la superación de la concentración artística cortesana pudo pro­


                    ceder sólo de aquí,  y debió de recibir estímulos  más  fuertes  de  los


                    movimientos filosóficos y literarios contemporáneos que del arte de


                    países ajenos,  alejados  en el  tiempo y en el espacio.



                               La evolución que alcanza su culminación política en  la Revo­


                     lución  francesa  y  su  meta artística  con  el  romanticismo  comienza


                    en la Regencia, con  la socavación del poder real como principio de



                    autoridad absoluta, con la desorganización de la corte como centro


                    del arte y la cultura y con la disolución del clasicismo barroco como


                     estilo  artístico  en  el  que  las  aspiraciones  y  la  conciencia  de  poder


                    del absolutismo habían encontrado su expresión inmediata.  El pro­



                     ceso se  prepara ya durante  el  reinado  de  Luis  XIV.  Las  guerras  in­


                     terminables  desquician  las  finanzas de  la  nación;  el  tesoro público


                     se agota y  la población  se empobrece, pues  no se pueden crear im­



                     puestos  de  látigo  y  calabozo  ni  lograr  una  supremacía  económica


                     con guerras y conquistas.  Se hacen perceptibles ya en vida del Rey


                     Sol  manifestaciones  críticas  sobre  las  consecuencias  de  la  autocra­


                     cia.  Fénelon es en este aspecto bastante sincero ya, pero Bayle, Ma-



                     lebranche  y  Fontenelle  van  tan  lejos  que  se  puede  afirmar con  ra­


                     zón que la «crisis del espíritu europeo», cuya historia llena el siglo


                     XVIII,  estaba  en  curso  desde  1680  '.  Contemporáneamente  con



                     esta corriente gana terreno la crítica del clasicismo, que prepara la


                     disolución del arte cortesano.  Hacia  1685  se cierra el período crea­


                     dor  del  clasicismo  barroco;  Le  Brun  pierde  su  influencia,  y  los


                     grandes  escritores de la época,  Racine, Moliere,  Boileau y Bossuet,









                               1 Paul  Hazard, La Crise de la conscience européenne,  1935, I,  p%s.  I-V,




                                                                                         11
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