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Rococó,  clasicismo y  romanticismo







                     Sanciones como la famosa pena de muerte para la redacción y difu­


                     sión  de  escritos  contra  la religión  y  el  orden  público  se  quedaban



                     en el papel, nada más. Los culpables debían abandonar el país en el


                     peor de  los  casos,  y  a  menudo eran  acogidos  y  protegidos por  los


                     mismos  funcionarios que debían perseguirlos.  En  tiempos  de Luis



                     XIV  toda  la vida  intelectual  estaba todavía  bajo  la protección  del


                     Rey; no había apoyo fuera de él, y mucho menos  lo hubiese habido


                     contra él.  Pero ahora surgen  nuevos protectores,  nuevos patronos y


                     nuevos centros de cultura; el arte en gran parte y la literatura en su



                     totalidad  se desarrollan ahora lejos  de la corte y del  rey.


                               Felipe de Orleáns traslada la residencia de Versalles a París,  lo


                     que  en  el  fondo  significa  la  disolución  de  la  corte.  E l  regente  es



                     opuesto a  toda  limitación,  a  todo  formalismo,  a  toda coacción;  se


                     siente a gusto sólo en el círculo reducidísimo de sus amigos. E l  jo­


                     ven  rey  vive  en  las  Tullerías;  el  regente,  en  el  Palais  Royal;  los


                     miembros de  la nobleza están desparramados  en  sus castillos y pa­



                     lacios y se divierten en el teatro, en los bailes y en los salones de la


                     ciudad.  El regente y el mismo Palais Royal representan el gusto de


                     París,  el gusto más  independiente  y  cambiante de la ciudad frente



                     al grandgoút de Versalles. La «ciudad»  no se limita ya a existir jun­


                     to a la  «corte», sino que desplaza a la corte y asume su función cul­


                     tural.  La  melancólica  expresión  de  la condesa  palatina  Isabel  Car­



                     lota, madre del  regente, corresponde totalmente a la realidad:  «¡Ya


                     no  hay  corte  en  Francia!»  Y esta situación  no es  un  episodio  tran­


                     sitorio;  la corte, en el viejo sentido, ya no volverá a existir. Luis XV


                     tiene las mismas inclinaciones que el regente, prefiere también una



                     pequeña sociedad, y Luis XVI, sobre todo, como mejor se siente es


                     en  el  círculo  familiar.  Ambos  se  sustraen  a  las  ceremonias,  la  eti­


                     queta  les  aburre  y  les  irrita,  y  aunque  1a  conservan  relativamente,


                     ésta pierde mucho de su solemnidad y su magnificencia.  En la cor­



                     te de Luis XVI se impone el tono de una decidida intimidad, y seis


                     días  a  la  semana  las  reuniones  tienen  el  carácter  de  una  sociedad


                     privada 4.  El  único  lugar  durante  la  Regencia  donde  se  desarrolla



                     una  especie  de  corte  es  el  castillo  de  la  duquesa  de  Maine  de







                               4  F  Funck-Brentano, VAnden régime,  1926, págs.  299-300.






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