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Rococó, clasicismo y romanticismo
lo cual los antiguos mantenedores de la cultura son al mismo tiem
po donantes y receptores. Los miembros de la alta nobleza frecuen
tan no sólo de manera ocasional, y un poco condescendiente, las
casas en las que los representantes de las altas finanzas y la buro
cracia son huéspedes, sino que, por el contrario, se apiñan en los sa
lones de los burgueses ricos y de las burguesas ilustradas. Madame
Goeffrin reúne junto a sí a la élite cultural y social de su tiempo:
hijos de príncipes, condes, relojeros y pequeños comerciantes; se es
cribe con la Zarina de Rusia y con Grimm, tiene amistad con el
Rey de Polonia y con Fontenelle, declina la invitación de Federico
el Grande y distingue al plebeyo D ’Alembert con su atención. La
adopción por la aristocracia de la mentalidad y la moralidad bur
guesas y la fusión de las clases elevadas con la intelectualidad
burguesa comienzan precisamente en el momento en que la jerar
quía social se hace sensible más rígidamente que nunca 6. Tal vez
existe entre ambos fenómenos, efectivamente, una relación causal.
En el siglo XVII la nobleza había conservado de sus privile
gios feudales solamente el derecho de propiedad sobre sus posesio
nes territoriales y la exención de impuestos; sus funciones judicia
les y administrativas hubo de cederlas a los funcionarios de la
Corona. La renta del suelo, como consecuencia del poder adquisiti
vo del dinero, decreciente ya desde 1660, había perdido también
mucho de su valor. La nobleza se vio obligada de manera progresi
va a enajenar sus propiedades, se empobreció y decayó. Pero éste
fue más bien el caso de los estamentos medio y bajo de la nobleza
rural que el del círculo de la alta nobleza y la nobleza cortesana, las
cuales se enriquecieron cada vez más y adquirieron de nuevo in
fluencia en el siglo XVIII. Las «cuatro mil familias» de la nobleza
cortesana siguieron siendo los únicos usufructuarios de los puestos
de la corte, de las altas dignidades eclesiásticas, de los empleos ele
vados en el ejército, de los puestos de gobernantes y de las pensio
nes reales. Casi una cuarta parte del presupuesto total va en bene
ficio suyo. El antiguo rencor de la Corona contra la nobleza feudal
ha declinado; bajo Luis XV y Luis XVI se eligen los ministros en
Henri Sée, La Frunce écon, et soc. au XVIIV stecle, 1933, pig. 83.
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