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El culto a la música y al deporte
La música ha estado siempre unida al mundo de lo religioso. Pensemos, por ejemplo, en los cantos y bailes de los pueblos primitivos
en torno a los dioses o símbolos sagrados. Ya dentro de la cultura cristiana, ¿quién no se siente fascinado ante el canto gregoriano
de los monjes, una cantata de Bach o el Requiem de Mozart?
Hoy la música, como tantas otras cosas, se ha independizado de la religión; pero en torno a ella se expresan sentimientos y
emociones, gestos y ritos muy parecidos a los que el ser humano religioso ha experimentado ante la divinidad.
Pensemos, por ejemplo en:
— El ritualismo de los grandes conciertos del tipo que
sea. En ellos, los jóvenes esperan al cantante-ídolo
de turno, vestidos con indumentarias peculiares y pro-
vistos de bebida. Con frecuencia, resulta delirante la
reacción de los participantes cuando el personaje
aparece en escena y comienza a actuar, en medio de
luces, humos de mil colores, efectos acústicos ampli-
ficados…
— El ídolo-cantante es como un dios que provoca re-
acciones en los participantes, que pasan de la alegría
desbordante a las lágrimas de emoción, llegando in-
cluso a los desmayos y la histeria colectiva.
La música sirve para entrar en un mundo distinto, casi
sagrado, donde se viven sueños o situaciones añoradas,
se expresan formas de ser que el día a día reprime o im-
pide, e incluso se protesta contra una sociedad con la
que no se está de acuerdo.
Lo mismo se puede afirmar del ritual en determinados
deportes. Lo puedes observar en los grandes estadios
y en las reacciones ante el ídolo, sea un deportista con-
creto o el equipo favorito.
El culto al cuerpo
Los sentimientos religiosos y las actitudes hacia la divinidad siempre se han
realizado a través de gestos y expresiones corporales. Basta recordar la di-
versidad de gestos y ritos en todas las religiones, y más todavía, en las re-
ligiones primitivas.
Pero hoy esta relación entre religión y cuerpo ha cambiado de orientación.
Estamos ante una serie de manifestaciones que expresan un verdadero culto
al cuerpo, al que se trata como un ídolo y algo sagrado. Por ejemplo:
— El cuidado del aspecto externo del cuerpo por diferentes medios: a través
del maquillaje, del uso de cosméticos, del ejercicio físico, etc. Es una
especie de ritual de presentación social y de reclamo sexual en nuestra
sociedad. Es fomentado constantemente por la publicidad, que presenta
cuerpos y rostros juveniles y atractivos. Y cuando no funcionan los productos
y cremas, se acude a la cirugía estética para ocultar el paso inexorable
de los años.
Incluso para mantenerse en forma y tener un cuerpo A1, hay quien se im-
pone una serie de privaciones y prácticas ascéticas como la abstinencia
y el ayuno, que tradicionalmente eran impuestas por las religiones.
— Otro ejemplo es la importancia exagerada que se da en nuestros días a la
dietética, al comer sano. El interés por la dieta y la comida natural es,
para algunos, una forma de entrar en contacto con la naturaleza, con la
madre tierra, con lo no contaminado por la técnica.
TM