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El Misterio de la Bendición de . . . 61
sus hijos a buscar y a recibir la bendición de Dios. La que
no lo haga es una negligente, y no está cumpliendo con el
propósito divino para el cual y por el cual ha tenido hijos
aquí en la Tierra. En palabras más claras: es una madre
inútil; no ama tanto a sus hijos como ella puede decir que
los ama; porque una madre que ama a sus hijos, desea que
ellos vivan eternamente en la eternidad con Dios.
Jacob recibió la Bendición del Primogénito. Luego
cuando regresó su hermano diciendo: “Padre, aquí he traído
la comida de lo que he cazado, para que tú comas, y luego
me bendigas”.
Y cuando Isaac escuchó la voz de Esaú, su hijo mayor,
se conmovió, y lloró, gritó: “Hijo mío, tu hermano Jacob ha
venido con engaño y ha tomado la bendición. Él vino, y yo
lo bendije y será bendito”. O sea “nadie le podrá quitar esa
bendición, aunque él hizo lo que hizo para recibir esa
bendición”.
Y entonces Esaú lo encontramos pagando las
consecuencias de haber menospreciado la primogenitura,
y haberla vendido a su hermano Jacob por un plato de
lentejas.
El que pierde y menosprecia la bendición de Dios por
cosas terrenales, no sabe lo que está perdiendo, hasta
que llegue el día en que haya de recibir el pago que le
corresponde, hasta que llegue el día de la recompensa.
Ahora, Esaú le dice a su padre: “Pero papá, come y
bendíceme a mí. ¿No tienes otra bendición?”.
—“Hijo, no. Él vino y yo lo bendije. Se llevó toda la
Bendición del Primogénito”.