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AUTOR Libro
semana al colegio, pero nunca estaba en casa cuando iba a verle. Y cuando regresó,
parecía... parecía flipado. Aterrorizado. Quil y yo intentamos que nos contara qué iba
mal, pero no ha querido hablar con ninguno de nosotros.
Miré fijamente a Jacob, mordiéndome el labio inferior con ansiedad, ya que él
parecía realmente asustado, pero no me correspondió la mirada. Se limitó a observar
su pie golpeando el caucho como si perteneciera a otra persona. El ritmo se
incrementó.
—Y entonces esta semana, como si nada, Embry apareció con Sam y los demás.
Hoy también estaba en los acantilados —su voz se había atenuado y sonaba tensa.
Finalmente me miró.
—Bella, ellos le han estado rondado todo el tiempo, incluso más que a mí.
Embry no quería tener nada que ver con ellos y ahora, de repente, sigue a Sam como
si se hubiera unido a una secta.
»Y así es como ocurrió con Paul. Exactamente igual. No era amigo de Sam en
absoluto. Después, dejó de venir a la escuela un par de semanas y, cuando volvió,
súbitamente pertenecía a Sam. No sé lo que esto significa. No tengo la menor idea y
siento que debería hacer algo, ya que Embry es mi amigo y Sam pone cara de burla
cuando me mira y... —dejó inacabada la frase.
—¿Has hablado de esto con Billy? —le pregunté. Su miedo se estaba
extendiendo hasta alcanzarme. Sentía cómo me recorrían la nuca los escalofríos.
Ahora, la ira afloró a su rostro.
—Sí —bufó—, y sirvió de gran ayuda.
—¿Qué te dijo?
La expresión de Jacob fue sarcástica y, cuando habló, su voz parodió
burlonamente la entonación profunda de la voz de su padre.
—No es nada de lo que tengas que preocuparte ahora, Jacob. Dentro de unos
años, si tú no... bueno, te lo explicaré más adelante —ahora su voz volvió a ser la
suya—. ¿Qué se supone que tengo que entender de esa explicación? ¿Está intentando
decirme que es alguna estúpida cosa relativa a la pubertad o algún rito de paso a la
edad adulta? Parece algo más. Algo chungo.
Se mordió el labio inferior y se retorció las manos. Parecía a punto de echarse a
llorar.
Le abracé de forma instintiva, envolviendo su cintura con mis brazos y
presionando mi rostro contra su pecho. Era tan grande que me sentía como una niña
abrazando a un adulto.
—¡Oh, Jake, todo va a ir bien! —le prometí—. Si las cosas se ponen peor, puedes
venirte a vivir conmigo y con Charlie. ¡No tengas miedo, ya pensaremos en algo!
Se quedó rígido durante un segundo y luego sus largos brazos me envolvieron
titubeantes.
—Gracias, Bella —su voz era más hosca de que costumbre.
Estuvimos así un momento y no me molestó; de hecho, el contacto me sirvió de
consuelo. No había sentido nada parecido desde la última vez que alguien me habla
abrazado así. Esto era amistad. Y Jacob era una persona muy cálida.
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