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AUTOR Libro
Salimos ambos del coche y Jacob se dirigió a la parte trasera del coche para sacar las
motos. Intenté leer su expresión. Había algo más que le molestaba. Había tocado
alguna fibra sensible.
Sonrió sin muchas ganas mientras empujaba la moto roja hasta ponerla a mi
lado.
—Feliz cumpleaños tardío. ¿Te sientes preparada?
—Eso creo —de repente la moto me intimidaba y me asustaba. Fue en ese
momento cuando me di cuenta de que tendría que montarla.
—Nos lo tomaremos con calma —me prometió. Apoyé la moto con cuidado
contra el guardabarros del coche, mientras él iba a recoger la suya.
—Jake... —dudé al hablarle, mientras él caminaba tranquilamente bordeando el
coche.
—¿Sí?
—¿Qué es lo que realmente te molesta? Me refiero a lo de Sam... ¿Hay algo
más? —observé su rostro. Hizo una mueca, pero no parecía enfadado. Miró hacia el
suelo y frotó su zapato contra la rueda delantera de su moto una y otra vez, como si
se estuviera tomando tiempo para algo. Suspiró.
—Es sólo... el modo en que me tratan. Me enferma —ahora las palabras se
atropellaban unas a otras para salir—. Ya sabes, se supone que el consejo se compone
de iguales, pero si hubiera un líder, ése tendría que ser mi padre. Nunca he
conseguido averiguar por qué la gente lo trata de la manera en que lo hace ni
tampoco por qué su opinión es la que más cuenta. Creo que tiene algo que ver con su
padre y su abuelo. Mi bisabuelo, Ephraim Black, fue algo así como el último jefe que
tuvimos, y si aún escuchan a Billy, quizás se deba a eso. Pero yo soy como otro
cualquiera. Nadie me trata de forma especial..., al menos hasta ahora.
Esto me pilló con la guardia baja.
—¿Sam te trata de forma especial?
—Algo así —asintió, mirándome con ojos preocupados—. Me mira como si
estuviese esperando algo..., como si algún día yo fuera a unirme a su estúpida banda.
Me presta más atención que a los otros chicos. Le odio.
—Tú no tienes que unirte a nada —mi voz sonó enfadada. Este asunto le estaba
molestando de verdad y me enfureció—. ¿Quiénes se creen que son esos
«protectores»?
—Eso es —su pie continuó golpeando rítmicamente la rueda.
—¿Qué? —hubiera jurado que había más.
Frunció el ceño y sus cejas se arquearon de un modo que le hacían parecer más
triste y preocupado que enfadado.
—Es Embry. Últimamente me evita.
Aunque los pensamientos no parecían guardar conexión alguna entre sí, me
pregunté si yo no tendría alguna culpa en los problemas con su amigo.
—Has estado saliendo mucho conmigo —le recordé, sintiéndome egoísta. Le
había estado monopolizando.
—No, no es eso. No es sólo a mí. También evita a Quil y a todos. Faltó toda una
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