Page 51 - e-book
P. 51

AUTOR                                                                                               Libro
                     —Sí —susurré—. Me perdí.
                     El   doctor   asintió   con   gesto   pensativo   mientras   sus   dedos   tanteaban
               cuidadosamente las glándulas  debajo de  mi  mandíbula. El  rostro de Charlie  se
               endureció.
                     —¿Te sientes cansada? —preguntó el doctor Gerandy.
                     Asentí y cerré los ojos obedientemente. Poco después, oí cómo el doctor le decía
               a mi padre entre cuchicheos:
                     —No creo que le pase nada malo. Sólo está exhausta. Déjala dormir y vendré a
               verla mañana —hizo una pausa y debió de consultar su reloj, porque añadió—:
               Bueno, en realidad, hoy.
                     Hubo unos crujidos cuando ambos se levantaron del sofá y se pusieron de pie.
                     —¿Es  verdad?  —susurró  Charlie. Sus  voces  se  oían  ahora  más lejanas.  Yo
               intenté escuchar—. ¿Se han ido?
                     —El   doctor   Cullen   nos   pidió   que   no   dijéramos   nada   —explicó   el   doctor
               Gerandy—. La oferta fue muy repentina, y tenían que tomar la decisión de forma
               inmediata. Carlisle no quería convertir su marcha en un espectáculo.
                     —Pues hubiera estado bien que me hubiera dado algún tipo de aviso —gruñó
               Charlie.
                     La voz del doctor Gerandy sonaba incómoda cuando replicó:
                     —Sí, bueno, en estas circunstancias hubiera sido apropiado cualquier clase de
               aviso.
                     No quise escuchar más. Tomé el borde del edredón con el que alguien me había
               tapado y me lo pasé por encima de la cabeza.

                     A ratos me hundía en la inconsciencia, a ratos salía de ella. Alcancé a oír cómo
               Charlie daba las gracias a los voluntarios en voz baja. Éstos se marcharon uno por
               uno. Sentí sus dedos en mi frente y después el peso de otra manta. El teléfono
               repiqueteó   varias   veces   y   él   se   apresuró   a   atenderlo   antes   de   que   pudiera
               despertarme. Murmuró palabras tranquilizadoras en voz baja a quienes telefoneaban.
                     —Sí, la hemos hallado y se encuentra bien. Se perdió, pero ya está bien —decía
               una y otra vez.
                     Oí el chirrido de los muelles de la butaca cuando se instaló en ella para pasar la
               noche.
                     El teléfono sonó de nuevo a los pocos minutos.
                     Charlie   refunfuñó   mientras   se   incorporaba   con   dificultad   una   vez   más   y
               después   se   apresuró,   trastabillando,   hacia   la   cocina.   Hundí   la   cabeza   más
               profundamente   dentro   de   las   mantas,   no   quería   escuchar   otra   vez   la   misma
               conversación.
                     —Diga —dijo Charlie y bostezó.
                     Le cambió la voz y sonó mucho más espabilada cuando volvió a hablar.
                     —¿Dónde? —hubo una pausa—. ¿Estás segura de que es fuera de la reserva? —
               otra   pausa   corta—.   Pero   ¿qué   puede   arder   allí   fuera?   —parecía   preocupado   y
               desconcertado a la vez—. Vale, telefonearé a ver qué pasa.
                     Escuché con más interés cuando marcó otro número.




                                                                                                     - 51 -
   46   47   48   49   50   51   52   53   54   55   56