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AUTOR                                                                                               Libro
                     Estaba vacío.
                     El álbum que Renée me había regalado estaba en el suelo al lado de la cama,
               justo donde lo dejé por última vez. Levanté la cubierta con la mano temblorosa.
                     No tuve que pasar ninguna página, porque podía verlo en la primera. Las
               pequeñas esquinas metálicas ya no sujetaban las fotos en su sitio. La página estaba
               vacía salvo el texto que yo había garabateado a mano debajo de ella: «Edward Cullen,
               cocina de Charlie, 13 de septiembre».
                     No continué. Estaba segura de que había sido concienzudo.
                     «Será como si nunca hubiese existido», me había prometido.
                     Noté el suave suelo de madera en las rodillas y luego en las palmas de mis
               manos, y al fin, apretado contra la piel de mi mejilla. Esperaba poder desmayarme
               pero, para mi desgracia, no perdí la conciencia. Las oleadas de dolor, que apenas me
               habían rozado hasta ese momento, se alzaron y barrieron mi mente, hundiéndome
               con su fuerza.
                     Y no salí a la superficie.





























































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