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AUTOR                                                                                               Libro
               contrarrestara la palabra que había pronunciado.
                     —Bien, eso cambia las cosas —me sorprendió lo tranquila y razonable que
               sonaba mi voz. Quizás se debía al aturdimiento. En realidad, no entendía lo que me
               había dicho. Seguía sin tener sentido.
                     Miró a lo lejos, entre los árboles, cuando volvió a hablar.
                     —En cierto modo, te he querido, por supuesto, pero lo que pasó la otra noche
               me hizo darme cuenta de que necesito un cambio. Porque me he cansado de intentar
               ser lo que no soy. No soy humano —me miró de nuevo; ahora, sin duda, las facciones
               heladas de su rostro no eran humanas—. He permitido que esto llegara demasiado
               lejos y lo lamento mucho.
                     —No —contesté con un hilo de voz; empezaba a tomar conciencia de lo que
               ocurría y la comprensión fluía como ácido por mis venas—. No lo hagas.
                     Se limitó a observarme durante un instante, pero pude ver en sus ojos que mis
               palabras habían ido demasiado lejos. Sin embargo, él también lo había hecho.
                     —No me convienes, Bella.
                     Invirtió el sentido de sus primeras palabras, y no tenía réplica para eso. Bien
               sabía yo que no estaba a su altura, que no le convenía.
                     Abrí la boca para decir algo, pero volví a cerrarla. Aguardó con paciencia. Su
               rostro estaba desprovisto de cualquier tipo de emoción. Lo intenté de nuevo.
                     —Si... es eso lo que quieres.
                     Se limitó a asentir una sola vez.
                     Se me entumeció todo el cuerpo. No notaba nada por debajo del cuello.
                     —Me gustaría pedirte un favor, a pesar de todo, si no es demasiado —dijo.

                     Me pregunté qué vería en mi rostro para que el suyo se descompusiera al
               mirarme, pero logró controlar las facciones y recuperar la máscara de serenidad antes
               de que yo fuera capaz de descubrirlo.
                     —Lo que quieras —prometí, con la voz ligeramente más fuerte.
                     Sus ojos helados se derritieron mientras le miraba y el oro se convirtió una vez
               más en líquido fundido que se derramaba en los míos y me quemaba con una
               intensidad sobrecogedora.
                     —No hagas nada desesperado o estúpido —me ordenó, ahora sin mostrarse
               distante—. ¿Entiendes lo que te digo?
                     Asentí sin fuerzas.
                     Sus ojos se enfriaron y volvió a mostrarse distante.
                     —Me refiero a Charlie, por supuesto, te necesita y has de cuidarte por él.
                     Asentí de nuevo.
                     —Lo haré —murmuré.
                     Él pareció relajarse, pero sólo un poco.
                     —Te haré una promesa a cambio —dijo—. Te garantizo que no volverás a
               verme. No regresaré ni volveré a hacerte pasar por todo esto. Podrás retomar tu vida
               sin que yo interfiera para nada. Será como si nunca hubiese existido.
                     Las rodillas debieron de empezar a temblarme en ese momento porque de
               repente los árboles comenzaron a bambolearse. Oí el golpeteo de mi sangre más




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