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AUTOR                                                                                               Libro
               rápido de lo habitual detrás de las orejas. Su voz sonaba cada vez más lejana.
                     Sonrió con amabilidad.
                     —No te preocupes. Eres humana y tu memoria es un auténtico colador. A
               vosotros, el tiempo os cura todas las heridas.
                     —¿Y   tus   recuerdos?   —le   pregunté.   Mi   voz   sonó   como   si   me   hubiera
               atragantado, como si me estuviera asfixiando.
                     —Bueno —apenas dudó un segundo—. Yo no olvidaré, pero los de mi clase...
               nos distraemos con suma facilidad.
                     Sonrió una vez más, pero a pesar del aplomo exhibido, la alegría de los labios
               no le llegó a los ojos. Se alejó de mí un paso.
                     —Supongo que eso es todo. No te molestaremos más.
                     El plural captó mi atención, lo cual me sorprendió incluso a mí, ya que a juzgar
               por mi estado cualquiera hubiera creído que no me daba cuenta de nada.
                     Alice  no   va  a  volver,  comprendí.   No   sé  cómo   me   oyó,   porque   no   llegué  a
               pronunciar las palabras, pero pareció interpretarlas y negó lentamente con la cabeza
               sin perder de vista mi rostro.
                     —No. Los demás se han ido. Yo me he quedado para decirte adiós.
                     —¿Alice se ha ido? —mi voz mostraba incredulidad.
                     —Ella quería despedirse, pero la convencí de que una ruptura limpia sería
               mejor para ti.
                     Me sentía mareada y me costaba concentrarme. Sus palabras daban vueltas y
               más vueltas en mi cabeza. Pude oír la voz del médico del hospital de Phoenix, la
               pasada primavera, que decía mientras me enseñaba las placas de rayos  X:  Es una

               fractura limpia, como bien puedes ver. Recorrió la imagen de mi hueso roto con el dedo.
               Eso es bueno, así sanará antes y con más facilidad.
                     Procuré acompasar la respiración. Necesitaba concentrarme y hallar la forma de
               salir de aquella pesadilla.
                     —Adiós, Bella —dijo entonces con la misma voz suave, llena de calma.
                     —¡Espera! —espeté mientras intentaba alcanzarle, deseando que mis piernas
               adormecidas me permitieran avanzar.
                     Durante un momento creí que él también se acercaba, pero sus manos heladas
               se cerraron alrededor de mis muñecas y las inmovilizaron a mis costados. Se inclinó
               para acariciar ligeramente mi  frente  con  los  labios  durante  un  segundo  apenas
               perceptible. Se me cerraron los ojos.
                     —Cuídate mucho —sentí su frío hálito sobre la piel.
                     Abrí los ojos de golpe cuando se levantó una ligera brisa artificial. Las hojas de
               una pequeña enredadera de arce temblaron con la tenue agitación del aire que
               produjo su partida.
                     Se había ido.
                     Le seguí, adentrándome en el corazón del bosque, con las piernas temblorosas,
               ignorando el hecho de que era un sinsentido. El rastro de su paso había desaparecido
               ipso facto.  No había huellas  y las hojas  estaban en calma  otra vez, pero seguí
               caminando sin pensar en nada. No podía hacer otra cosa. Debía mantenerme en




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