Page 69 - e-book
P. 69
AUTOR Libro
agua que parecía negra.
—No, no me he perdido.
Ahora que estaba más cerca y mis ojos volvieron a enfocar con detenimiento,
analicé el rostro del hombre bajo y moreno. No me resultó nada familiar. Sufrí una
cierta desilusión porque no era aquel hombre terrible que había intentado hacerme
daño hacía ya casi un año.
La voz de mi mente se había quedado callada.
El hombre bajo advirtió mi mirada.
—¿Puedo invitarte a beber algo? —me ofreció, nervioso, un poco halagado
porque hubiera sido a él a quien hubiera distinguido con mi atención.
—Soy demasiado joven —le contesté de inmediato.
Se quedó desconcertado, preguntándose por qué me había acercado a ellos.
Sentí la necesidad de explicarme.
—Desde el otro lado de la calle, me había parecido que era usted alguien a
quien conocía. Lo siento, me he equivocado.
La amenaza que me había impulsado a cruzar la calle se había evaporado. Éstos
no eran aquellos hombres peligrosos que yo recordaba. Incluso posiblemente fueran
buenos chicos. Estaba a salvo, así que perdí interés.
—Bueno —repuso el rubio, tan seguro de sí mismo—, quédate a pasar el rato
con nosotros.
—Gracias, pero no puedo —Jessica estaba dudando en mitad de la calle, con los
ojos dilatados por la ira y la situación en la que la había metido.
—Venga, sólo unos minutos.
Negué con la cabeza y me volví para reunirme con Jessica.
—Vámonos a comer —sugerí sin mirarla apenas. Aunque por el momento,
pareciera haberme liberado de la abducción zombi, continuaba igual de distante. Mi
mente seguía preocupada. El aturdimiento falto de vida donde me sentía segura no
terminaba de volver y me encontraba más llena de ansiedad con cada minuto que se
retrasaba su llegada.
—¿En qué estabas pensando? —me reprochó Jessica—. ¡No los conocías, podían
haber sido unos psicópatas!
Me encogí de hombros, deseando que ella dejara pasar el asunto.
—Es sólo que creí conocer a uno de los chicos.
—Estás muy rara, Bella Swan. Me da la impresión de no saber quién eres.
—Lo siento.
No sabía qué otra cosa responder a eso.
Anduvimos en silencio hasta el McDonald's. En mi fuero interno, aposté que
Jess se arrepentía de no haber ido en el coche en vez de recorrer a pie aquel corto
trecho desde el cine. Ahora era ella quien tenía unas ganas locas de que terminara
aquella noche, tantas como había tenido yo en un principio.
Intenté iniciar una conversación varias veces durante la cena, pero Jessica no
estaba por la labor. Debía de haberla ofendido de verdad.
Cuando regresamos al coche, conectó la radio en su emisora favorita y puso el
- 69 -