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zombis. Sus ojos se paseaban nerviosos por mi cara, así que supuse que después de
todo, quizás no se me había dado tan mal lo de simular una voz normal.
—¿Dónde quieres cenar? —preguntó Jess.
—Me da igual.
—De acuerdo.
Jess comenzó a hablar sobre el protagonista masculino de la película mientras
caminábamos. Asentí cuando ella se deshacía en elogios sobre lo buenísimo que
estaba, aunque era incapaz de recordar ninguna otra cosa que no fueran zombis por
todos lados.
No me di cuenta de hacia dónde me llevaba Jessica. Sólo era vagamente
consciente de que todo estaba más oscuro y más tranquilo. Me llevó más rato de lo
debido el darme cuenta del porqué de esa tranquilidad. Jessica había parado de
charlotear. La miré con ganas de disculparme, con la esperanza de no haber herido
sus sentimientos.
No obstante, Jessica no me miraba a mí, sino delante de ella. Su rostro estaba
tenso y caminaba a buen paso. Cuando me giré para observarla, vi que sus ojos se
desplazaban rápidamente a la derecha, a través de la calle, y luego volvían con la
misma rapidez.
Eché una ojeada a mi alrededor por primera vez.
Estábamos atravesando un corto tramo poco iluminado de una acera. Las
tiendas pequeñas alineadas a ambos lados de la calle cerraban de noche y los
escaparates estaban a oscuras. Las luces de la calle volvían a alumbrar medio bloque
más adelante y pude ver, allí, a lo lejos, los brillantes arcos dorados del McDonald's
hacia el que se dirigía Jess.
Sólo había un negocio abierto en la otra acera. Las ventanas tenían las cortinas
echadas por dentro y justo encima brillaba un rótulo con luces de neón que
anunciaba distintos tipos de cerveza. El letrero más grande, uno de un brillante color
verde, era el nombre del bar: Pete el Tuerto. Me pregunté si sería una cervecería
temática de piratas, aunque no se veía nada desde el exterior. La puerta de la calle se
abrió de pronto; había poca luz en el interior, y un prolongado murmullo de muchas
voces y el sonido del tintineo de los hielos en los vasos invadieron la calle. Había
cuatro hombres apoyados contra la pared de al lado.
Me volví a mirar a Jessica. Tenía los ojos fijos en el camino de delante y se
movía con brusquedad. No parecía asustada, sólo cautelosa, y procuraba no atraer la
atención de esos tipos sobre ella.
Me detuve y volví la vista atrás para mirar a aquellos hombres sin pensarlo dos
veces. Experimenté una fuerte sensación de déjà vu. Ésta era una calle diferente, una
noche distinta, pero la escena se parecía mucho. También uno de ellos había sido bajo
y moreno. Cuando me paré y me volví, fue el que me observó con interés.
Le devolví la mirada con fijeza, paralizada en la acera.
—¿Bella? —me susurró Jess—. ¿Qué haces?
Sacudí la cabeza, sin saber qué decir.
—Creo que los conozco... —murmuré.
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