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AUTOR                                                                                               Libro
               con expresión ansiosa.  Me preguntaba lo mismo  todos  los  viernes  sin  tener  en
               consideración que no había faltado ni un solo día. Bueno, con una excepción, hacía
               algunos meses, pero no  tenía  motivos  para mostrarse tan  preocupado. Era  una
               empleada modelo.
                     —Mañana es sábado, ¿no? —repuse. Tal como Charlie me acababa de señalar,
               me di cuenta de que mi voz sonaba realmente apagada, sin vida.
                     —Sí, así es —asintió—. Te veré en Español.
                     Se despidió con la mano antes de darme la espalda. No volvería a molestarme
               otra vez acompañándome a clase.
                     Recorrí cansinamente y con gesto sombrío el camino que me llevaba al aula de
               Matemáticas. Ésa era la clase en la que me sentaba al lado de Jessica.
                     Habían   pasado   semanas,   quizá   meses,   desde   que   Jess   había   dejado   de
               saludarme cuando nos encontrábamos en el pasillo. Sabía que la había ofendido con
               mi comportamiento antisocial, y estaba enfurruñada conmigo. No iba a ser fácil
               hablar con ella ahora, sobre todo para pedirle que me hiciera un favor. Sopesé
               cuidadosamente mis opciones mientras holgazaneaba delante de la puerta, pensando
               en dejarlo para otro día.
                     Sin embargo, no quería enfrentarme de nuevo con Charlie sin poder contarle
               que había emprendido algún tipo de contacto social. Sabía que no podría mentirle,
               aunque resultaba muy tentadora la posibilidad de conducir sola hasta Port Angeles,
               ida y vuelta,  asegurándome  de  que  el  cuentakilómetros   reflejara  los   kilómetros
               exactos por si lo comprobaba. Pero la madre de Jessica era la cotilla más grande del
               pueblo y teniendo en cuenta que Charlie iría al establecimiento de la señora Stanley

               antes o después, no podía arriesgarme a que mencionara el viaje en ese momento. La
               mentira era un lujo que no podía permitirme.
                     Suspiré antes de abrir la puerta de un empujón.
                     El señor Varner me miró con mala cara, ya que había empezado la clase. Me
               apresuré a sentarme en mi pupitre. Jessica no levantó la vista cuando me senté a su
               lado y yo estaba contenta de contar con al menos cincuenta y cinco minutos para
               prepararme mentalmente.
                     La clase se me pasó aún más deprisa que la de Lengua y Literatura. Buena parte
               de   esa   sensación   se   debió   a   que   esa   mañana   había   realizado   en   el   coche   una
               preparación modélica de la clase, aunque en su mayor parte tenía que ver con el
               hecho de que el tiempo siempre se me pasaba rapidísimo cuando me aguardaba algo
               desagradable.
                     Hice una mueca cuando el señor Varner finalizó la clase cinco minutos antes.
               Sonrió además como si tuviéramos que estar contentos por ello.
                     —¿Jess? —se me arrugó la nariz de puro agobio mientras esperaba que se diera
               la vuelta hacia mí.
                     Ella se giró en su asiento para enfrentarse conmigo y me miró con incredulidad.
                     —¿Me estás hablando a mí, Bella?
                     —Claro —abrí mucho los ojos intentando mostrar un aspecto inocente.
                     —¿Qué pasa? ¿Necesitas ayuda con las mates? —el tono de su voz era bastante




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