Page 193 - Crepusculo 1
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—Pero es humana —protestó Laurent. No había agresividad en sus palabras,
simplemente estaba atónito.
—Sí... —Emmett se hizo notar al lado de Carlisle, con los ojos fijos en James, que se
irguió muy despacio y volvió a su posición normal, aunque las aletas de su nariz seguían
dilatadas y no me perdía de vista. Edward continuaba agazapado como un león delante de mí.
—Parece que tenemos mucho que aprender unos de otros.
Laurent hablaba con un tono tranquilizador en un intento de suavizar la repentina
hostilidad.
—Sin duda —la voz de Carlisle todavía era fría.
—Aún nos gustaría aceptar vuestra invitación —sus ojos se movieron rápidamente
hacia mí y retornaron a Carlisle—. Y claro, no le haremos daño a la chica humana. No
cazaremos en vuestro territorio, como os he dicho.
James miró a Laurent con incredulidad e irritación, e intercambió otra larga mirada con
Victoria, cuyos ojos seguían errando nerviosos de rostro en rostro.
Carlisle evaluó la franca expresión de Laurent durante un momento antes de hablar.
—Os mostraremos el camino. Jasper, Rosalie, Esme —llamó y se reunieron todos
delante de mí, ocultándome de la vista de los recién llegados. Alice estuvo a mi lado en un
momento y Emmett se situó lentamente a mi espalda, con sus ojos trabados en los de James
mientras éste retrocedía unos pasos.
—Vamonos, Bella —ordenó Edward con voz baja y sombría.
Parecía como si durante todo ese tiempo hubiera echado raíces en el suelo, porque me
quedé totalmente inmóvil y aterrorizada. Edward tuvo que agarrarme del codo y tirar
bruscamente de mí para sacarme del trance. Alice y Emmett estaban muy cerca de mi espalda,
ocultándome. Tropecé con Edward, todavía aturdida por el miedo, y no pude oír si el otro
grupo se había marchado ya. La impaciencia de Edward casi se podía palpar mientras
andábamos a paso humano hacia el borde del bosque.
Sin dejar de caminar, Edward me subió encima de su espalda en cuanto llegamos a los
árboles. Me sujeté con la mayor fuerza posible cuando se lanzó a tumba abierta con los otros
pegados a los talones. Mantuve la cabeza baja, pero no podía cerrar los ojos, los tenía
dilatados por el pánico. Los Cullen se zambulleron como espectros en el bosque, ahora en una
absoluta penumbra. La sensación de júbilo que habitualmente embargaba a Edward al correr
había desaparecido por completo, sustituida por una furia que lo consumía y le hacía ir aún
más rápido. Incluso conmigo a las espaldas, los otros casi le perdieron de vista.
Llegamos al Jeep en un tiempo inverosímil. Edward apenas se paró antes de echarme al
asiento trasero.
—Sujétala —ordenó a Emmett, que se deslizó a mi lado.
Alice se había sentado ya en el asiento delantero y Edward puso en marcha el coche. El
motor rugió al encenderse y el vehículo giró en redondo para encarar el tortuoso camino.
Edward gruñía algo demasiado rápido para que pudiera entenderle, pero sonaba bastante
parecido a una sarta de blasfemias.
El traqueteo fue mucho peor esta vez y la oscuridad lo hacía aún más aterrador. Emmett
y Alice miraban por las ventanillas laterales.
Llegamos a la carretera principal y entonces pude ver mejor por donde íbamos, aunque
había aumentado la velocidad. Se dirigía al sur, en dirección contraria a Forks.
— ¿Adonde vamos? —pregunté.
Nadie contestó. Ni siquiera me miraron.
— ¡Maldita sea, Edward! ¿Adonde me llevas?
—Debemos sacarte de aquí, lo más lejos posible y ahora mismo.
No miró hacia atrás mientras hablaba, pendiente de la carretera. El velocímetro marcaba
más de ciento noventa kilómetros por hora.
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