Page 191 - Crepusculo 1
P. 191
LA CAZA
Aparecieron de uno en uno en la linde del bosque a doce metros de nuestra posición.
El primer hombre entró en el claro y se apartó inmediatamente para dejar paso a otro
más alto, de pelo negro, que se colocó al frente, de un modo que evidenciaba con claridad
quién lideraba el grupo.
El tercer integrante era una mujer; desde aquella distancia, sólo alcanzaba a verle el
pelo, de un asombroso matiz rojo.
Cerraron filas conforme avanzaban con cautela hacia donde se hallaba la familia de
Edward, mostrando el natural recelo de una manada de depredadores ante un grupo
desconocido y más numeroso de su propia especie.
Comprobé cuánto diferían de los Cullen cuando se acercaron. Su paso era gatuno,
andaban de forma muy similar a la de un felino al acecho. Se vestían con el típico equipo de
un excursionista: vaqueros y una sencilla camisa de cuello abotonado y gruesa tela
impermeable. Las ropas se veían deshilachadas por el uso e iban descalzos. Los hombres
llevaban el pelo muy corto y la rutilante melena pelirroja de la chica estaba llena de hojas y
otros restos del bosque.
Sus ojos agudos se apercibieron del aspecto más urbano y pulido de Carlisle, que, alerta,
flanqueado por Emmett y Jasper, salió a su encuentro. Sin que aparentemente se hubieran
puesto de acuerdo, todos habían adoptado una postura erguida y de despreocupación.
El líder de los recién llegados era sin duda el más agraciado, con su piel de tono
oliváceo debajo de la característica palidez y los cabellos de un brillantísimo negro. Era de
constitución mediana, musculoso, por supuesto, pero sin acercarse ni de lejos a la fuerza física
de Emmett. Esbozó una sonrisa agradable que permitió entrever unos deslumbrantes dientes
blancos.
La mujer tenía un aspecto más salvaje, en parte por la melena revuelta y alborotada por
la brisa. Su mirada iba y venía incesantemente de los hombres que tenía en frente al grupo
desorganizado que me rodeaba. Su postura era marcadamente felina. El segundo hombre, de
complexión más liviana que la del líder —tanto las facciones como el pelo castaño claro eran
anodinos—, revoloteaba con desenvoltura entre ambos. Sin embargo, su mirada era de una
calma absoluta, y sus ojos, en cierto modo, los más atentos.
Los ojos de los recién llegados también eran diferentes. No eran dorados o negros,
como cabía esperar, sino de un intenso color borgoña con una tonalidad perturbadora y
siniestra.
El moreno dio un paso hacia Carlisle sin dejar de sonreír.
—Creíamos haber oído jugar a alguien —hablaba con voz reposada y tenía un leve
acento francés—. Me llamo Laurent, y éstos son Victoria y James —añadió señalando a los
vampiros que le acompañaban.
—Yo soy Carlisle y ésta es mi familia: Emmett y Jasper; Rosalie, Esme y Alice;
Edward y Bella —nos identificaba en grupos, intentando deliberadamente no llamar la
atención hacia ningún individuo. Me sobresalté cuando me nombró.
— ¿Hay sitio para unos pocos jugadores más? —inquirió Laurent con afabilidad.
Carlisle acomodó la inflexión de la voz al mismo tono amistoso de Laurent.
—Bueno, lo cierto es que acabamos de terminar el partido. Pero estaríamos
verdaderamente encantados en otra ocasión. ¿Pensáis quedaros mucho tiempo en la zona?
— 191 —