Page 194 - Crepusculo 1
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— ¡Da media vuelta! ¡Tienes que llevarme a casa! —grité. Luché contra aquel estúpido
arnés, tirando de las correas.
—Emmett —advirtió Edward con tono severo.
Y Emmett me sujetó las manos con un férreo apretón.
— ¡No! ¡Edward, no puedes hacer esto!
—He de hacerlo, Bella, ahora por favor, quédate quieta.
— ¡No puedo! ¡Tienes que devolverme a casa, Charlie llamará al FBI y éste se echará
encima de toda tu familia, de Carlisie y Esme! ¡Tendrán que marcharse, y a partir de ese
momento deberán esconderse siempre!
—Tranquilízate, Bella —su voz era fría—. Ya lo hemos hecho otras veces.
— ¡Pero no por mí, no lo hagas! ¡No lo arruines todo por mí!
Luché violentamente para soltarme, sin ninguna posibilidad.
—Edward, dirígete al arcén —Alice habló por primera vez.
El la miró con cara de pocos amigos, y luego aceleró.
—Edward, vamos a hablar de esto.
—No lo entiendes —rugió frustrado. Nunca había oído su voz tan alta y resultaba
ensordecedora dentro del Jeep. El velocímetro rebasaba los doscientos por hora—. ¡Es un
rastreador, Alice! ¿Es que no te has dado cuenta? ¡Es un rastreador!
Sentí cómo Emmett se tensaba a mi lado y me pregunté la razón por la que reaccionaba
de ese modo ante esa palabra. Significaba algo para ellos, pero no para mí; quería entenderlo,
pero no podía preguntar.
—Para en el arcén, Edward.
El tono de Alice era razonable, pero había en él un matiz de autoridad que yo no había
oído antes. El velocímetro rebasó los doscientos veinte.
—Hazlo, Edward.
—Escúchame, Alice. Le he leído la mente. El rastreo es su pasión, su obsesión, y la
quiere a ella, Alice, a ella en concreto. La cacería empieza esta noche.
—No sabe dónde...
Edward la interrumpió.
— ¿Cuánto tiempo crees que va a necesitar para captar su olor en el pueblo? Laurent ya
había trazado el plan en su mente antes de decir lo que dijo.
Ahogué un grito al comprender adonde le conduciría mi olor.
— ¡Charlie! ¡No podéis dejarle allí! ¡No podéis dejarle! —me debatí contra el arnés.
—Bella tiene razón ——observó Alice.
El coche redujo la velocidad ligeramente.
—No tardaremos demasiado en considerar todas las opciones —intentó persuadirle
Alice.
El coche redujo nuevamente la velocidad, en esta ocasión de forma más patente, y
entonces frenó con un chirrido en el arcén de la autopista. Salí disparada hacia delante,
precipitándome contra el arnés, para luego caer hacia atrás y chocar contra el asiento.
—No hay ninguna opción —susurró Edward.
— ¡No voy a abandonar a Charlie! —chillé.
—Cállate, Bella.
—Tienes que llevarla a casa ——intervino Emmett, finalmente.
—No —rechazó de plano.
—James no puede compararse con nosotros, Edward. No podrá tocarla.
—Esperará.
Emmett sonrió.
—Ya también puedo esperar.
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