Page 196 - Crepusculo 1
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Transcurrieron varios minutos en silencio, sin que se oyera otro sonido que el del motor.
               Entonces, Edward habló de nuevo.
                     —Vamos a hacerlo de esta manera. Cuando lleguemos a la casa, si el rastreador no está
               allí,  la  acompañaré  a  la  puerta  —me  miró  a  través  del  retrovisor—.  Dispones  de  quince
               minutos  a  partir  de  ese  momento.  Emmett,  tú  controlarás  el  exterior  de  la  casa.  Alice,  tú
               llevarás el coche, yo estaré dentro con ella todo el tiempo. En cuanto salga, lleváis el Jeep a
               casa y se lo contáis a Carlisle.
                     —De ninguna manera —le contradijo Emmett—. Iré contigo.
                     —Piénsalo bien, Emmett. No sé cuánto tiempo estaré fuera.
                     —Hasta que no sepamos en qué puede terminar este asunto, estaré contigo.
                     Edward suspiró.
                     —Si el rastreador está allí —continuó inexorablemente—, seguiré conduciendo.
                     —Vamos a llegar antes que él —dijo Alice con confianza.
                     Edward pareció  aceptarlo. Fuera cual  fuera  el  roce que hubiera tenido  con Alice, no
               dudaba de ella ahora.
                     — ¿Qué vamos a hacer con el Jeep? —preguntó ella.
                     Su voz sonaba dura y afilada.
                     —Tú lo llevarás a casa.
                     —No, no lo haré —replicó ella con calma.
                     La retahila ininteligible de blasfemias volvió a comenzar.
                     —No cabemos todos en mi coche —susurré.
                     Edward no pareció escucharme.
                     —Creo que deberías dejarme marchar sola —dije en voz baja, mucho más tranquila.
                     Él lo oyó.
                     —Bella, por favor, hagamos esto a mi manera, sólo por esta vez —dijo con los dientes
               apretados.
                     —Escucha, Charlie no es ningún imbécil —protesté—. Si mañana no estás en el pueblo,
               va a sospechar.
                     —Eso es irrelevante. Nos aseguraremos de que se encuentre a salvo y eso es lo único
               que importa.
                     —Bueno,  ¿y  qué  pasa  con  el  rastreador?  Vio  la  forma  en  que  actuaste  esta  noche.
               Pensará que estás conmigo, estés donde estés.
                     Emmett me miró, insultantemente sorprendido otra vez.
                     —Edward, escúchala —le urgió—. Creo que tiene razón.
                     —Sí, estoy de acuerdo —comentó Alice.
                     —No puedo hacer eso —la voz de Edward era helada.
                     —Emmett podría quedarse también —continué—. Le ha tomado bastante ojeriza.
                     — ¿Qué? —Emmett se volvió hacia mí.
                     —Si te quedas, tendrás más posibilidades de ponerle la mano encima —acordó Alice.
                     Edward la miró con incredulidad.
                     — ¿Y tú te crees que la voy a dejar irse sola?
                     —Claro que no —dijo Alice—. La acompañaremos Jasper y yo.
                     —No  puedo  hacer  eso  —repitió  Edward,  pero  esta  vez  su  voz  mostraba  signos
               evidentes de derrota. La lógica estaba haciendo de las suyas con él.
                     Intenté ser persuasiva.
                     —Déjate  ver  por  aquí  durante  una  semana  —vi  su  expresión  en  el  retrovisor  y
               rectifiqué—. Bueno, unos cuantos días. Deja que Charlie vea que no me has secuestrado y que
               James se vaya de caza inútilmente. Cerciórate por completo de que no tenga ninguna pista;
               luego, te vas y me buscas, tomando una ruta que lo despiste, claro. Entonces, Jasper y Alice
               podrán volver a casa.




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