Page 195 - Crepusculo 1
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— ¿No lo veis? ¿Es que no lo entendéis? No va a cambiar de idea una vez que se haya
entregado a la caza. Tendremos que matarlo.
A Emmett no pareció disgustarle la idea.
—Es una opción.
—Y también tendremos que matar a la mujer. Está con él. Si luchamos, el líder del
grupo también los acompañará.
—Somos suficientes para ellos.
—Hay otra opción —dijo Alice con serenidad.
Edward se revolvió contra ella furioso, su voz fue un rugido devastador cuando dijo:
— ¡No—hay—otra—opción!
Emmett y yo le miramos aturdidos, pero Alice no parecía sorprendida. El silenció se
prolongó durante más de un minuto, mientras Edward y Alice se miraban fijamente el uno al
otro.
Yo lo rompí.
— ¿Querría alguien escuchar mi plan?
—No —gruñó Edward. Alice le clavó la mirada, definitivamente enfadada.
—Escucha —supliqué—. Llévame de vuelta.
—No —me interrumpió él.
Le miré fijamente y continué.
—Me llevas de vuelta y le digo a mi padre que quiero irme a casa, a Phoenix. Hago las
maletas, esperamos a que el rastreador esté observando y entonces huimos. Nos seguirá y
dejará a Charlie tranquilo. Charlie no lanzará al FBI sobre tu familia y entonces me podrás
llevar a cualquier maldito lugar que se te ocurra.
Me miraron sorprendidos.
—Pues realmente no es una mala idea, en absoluto.
La sorpresa de Emmett suponía un auténtico insulto.
—Podría funcionar, y desde luego no podemos dejar desprotegido al padre de Bella. Tú
lo sabes —dijo Alice.
Todos mirábamos a Edward.
—Es demasiado peligroso... Y no le quiero cerca de ella ni a cien kilómetros a la
redonda.
Emmett rebosaba auto confianza.
—Edward, él no va a acabar con nosotros.
Alice se concentró durante un minuto.
—No le veo atacando. Va a esperar a que la dejemos sola.
—No le llevará mucho darse cuenta de que eso no va a suceder.
—Exijo que me lleves a casa —intenté sonar decidida.
Edward presionó los dedos contra las sienes y cerró los ojos con fuerza.
—Por favor —supliqué en voz mucho más baja.
No levantó la vista. Cuando habló, su voz sonaba como si las palabras salieran contra su
voluntad.
—Te marchas esta noche, tanto si el rastreador te ve como si no. Le dirás a Charlie que
no puedes estar un minuto más en Forks, cuéntale cualquier historia con tal de que funcione.
Guarda en una maleta lo primero que tengas a mano y métete después en tu coche. Me da
exactamente igual lo que él te diga. Dispones de quince minutos. ¿Me has escuchado? Quince
minutos a contar desde el momento en que pongas el pie en el umbral de la puerta.
El Jeep volvió a la vida con un rugido y las ruedas chirriaron cuando describió un
brusco giro. La aguja del velocímetro comenzó a subir de nuevo.
— ¿Emmett? —pregunté con intención, mirándome las manos.
—Ah, perdón —dijo, y me soltó.
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