Page 200 - Crepusculo 1
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Corrí escaleras arriba hasta mi habitación, cerré la puerta de golpe y eché el cestillo. Me
abalancé hacia la cama y me arrojé al suelo para sacar mi petate. Busqué precipitadamente
entre el colchón y el somier para recoger el viejo calcetín anudado en el que escondía mi
reserva secreta de dinero.
Charlie aporreó la puerta.
—Bella, ¿te encuentras bien? —su voz sonaba asustada—. ¿Qué está pasando?
—Me voy a casa —grité; la voz se me quebró en el punto exacto.
— ¿Te ha hecho daño?
Su tono derivaba hacia la ira.
— ¡No! —chillé unas cuantas octavas más alto. Me volví hacia el armario, pero Edward
ya estaba allí, recogiendo en silencio y sin mirar verdaderas brazadas de vestidos para luego
lanzármelos.
— ¿Ha roto contigo?
Charlie estaba perplejo.
— ¡No! —grité de nuevo, apenas sin aliento mientras empujaba todo dentro del petate.
Edward me arrojó el contenido de otro cajón, aunque a estas alturas apenas cabía nada más.
— ¿Qué ha ocurrido, Bella? —vociferó Charlie a través de la puerta, aporreándola de
nuevo.
—He sido yo la que ha cortado con él —le respondí, dando tirones a la cremallera del
petate. Las capacitadas manos de Edward me apartaron, la cerró con suavidad y me pasó la
correa por el hombro con cuidado.
—Estaré en tu coche, ¡venga! —me susurró.
Me empujó hacia la puerta y se desvaneció por la ventana. Abrí la puerta y empujé a
Charlie con rudeza al pasar, luchan do con la pesada carga que llevaba y corrí hacia las
escaleras.
— ¿Qué ha pasado? —Gritó Charlie detrás de mí—. ¡Creí que te gustaba!
Me sujetó por el codo al llegar a la cocina, y, aunque estaba desconcertado, su presión
era firme.
Me obligó a darme la vuelta para que le mirara y leí en su rostro que no tenía intención
de dejarme marchar. Únicamente había una forma de lograrlo y eso implicaba hacerle tanto
daño que me odiaba a mí misma sólo de pensarlo, pero no disponía de más tiempo y tenía que
mantenerle con vida.
Miré a mi padre, con nuevas lágrimas en los ojos por lo que iba a hacer.
—Claro que me gusta, ése es el problema. ¡No aguanto más! ¡No puedo echar más
raíces aquí! ¡No quiero terminar atrapada en este pueblo estúpido y aburrido como mamá! No
voy a cometer el mismo error que ella, odio Forks, y ¡no quiero permanecer aquí ni un minuto
más!
Su mano soltó mi brazo como si lo hubiera electrocutado. Me volví para no ver su rostro
herido y consternado, y me dirigí hacia la puerta.
—Bella, no puedes irte ahora, es de noche —susurró a mi espalda. No me volví.
—Dormiré en el coche si me siento cansada.
—Espera otra semana —me suplicó, todavía en estado de shock—. Renée habrá vuelto
a Phoenix para entonces.
Esto me desquició por completo.
— ¿Qué?
Charlie continuó con ansiedad, casi balbuceando de alivio al verme dudar.
—Ha telefoneado mientras estabas fuera. Las cosas no han ido muy bien en Florida y
volverán a Arizona si Phil no ha firmado a finales de esta semana. El asistente de entrenador
de los Sidewinders dijo que tal vez hubiera lugar para otro medio en el equipo.
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