Page 205 - Crepusculo 1
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—Alice, Jasper, llevaos el Mercedes. En el sur vais a necesitar ventanillas con cristales
tintados.
Ellos asintieron también.
—Nosotros nos llevaremos el Jeep.
Me sorprendió verificar que Carlisle pretendía acompañar a Edward. Me di cuenta de
pronto, con una punzada de miedo, que estaban reuniendo la partida de caza.
—Alice —preguntó Carlisle—, ¿morderán el cebo?
Todos miramos a Alice, que cerró los ojos y permaneció increíblemente inmóvil.
Finalmente, los abrió y dijo con voz segura:
—El te perseguirá y la mujer seguirá al monovolumen. Debemos salir justo detrás.
—Vamonos —ordenó Carlisle, y empezó a andar hacia la cocina.
Edward se acercó a mí enseguida. Me envolvió en su abrazo férreo, apretándome contra
él. No parecía consciente de que su familia le observaba cuando acercó mi rostro al suyo,
despegándome los pies del suelo. Durante un breve segundo posó sus labios helados y duros
sobre los míos y me dejó en el suelo sin dejar de sujetarme el rostro; sus espléndidos ojos
ardían en los míos, pero, curiosamente, se volvieron inexpresivos y apagados conforme se
daba la vuelta.
Entonces, se marcharon.
Las demás nos quedamos allí de pie, los cuatro desviaron la mirada mientras las
lágrimas corrían en silencio por mi cara.
El silencio parecía no acabarse nunca hasta que el teléfono de Esme vibró en su mano;
lo puso sobre su oreja con la velocidad de un rayo.
—Ahora —dijo. Rosalie acechaba la puerta frontal sin dirigir ni una sola mirada en mi
dirección, pero Esme me acarició la mejilla al pasar a mi lado.
—Cuídate.
El susurro de Esme quedó flotando en la habitación mientras ellas se deslizaban al
exterior. Oí el ensordecedor arranque del monovolumen y luego cómo el ruido del motor se
desvanecía en la noche.
Jasper y Alice esperaron. Alice pareció llevarse el móvil al oído antes de que sonara.
—Edward dice que la mujer está siguiendo a Esme. Voy a por el coche.
Se desvaneció en las sombras por el mismo lugar que se había ido Edward. Jasper y yo
nos miramos el uno al otro. Anduvo a mi lado a lo largo de todo vestíbulo... vigilante.
—Te equivocas, ya lo sabes —dijo con calma.
— ¿Qué? —tragué saliva.
—Sé lo que sientes en estos momentos, y tú sí lo mereces.
—No —murmuré entre dientes—. Si les pasa algo, será por nada.
—Te equivocas —repitió él, sonriéndome con amabilidad.
No oí nada, pero en ese momento Alice apareció por la puerta frontal y me tendió los
brazos.
— ¿Puedo? —me preguntó.
—Eres la primera que me pide permiso —sonreí irónicamente.
Me tomó en sus esbeltos brazos con la misma facilidad que Emmett, protegiéndome con
su cuerpo y entonces salimos precipitadamente de la casa, cuyas luces siguieron brillando a
nuestras espaldas.
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