Page 208 - Crepusculo 1
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— ¿Vamos a volar a algún sitio? —le pregunté a Alice.
—No, pero es mejor estar cerca, sólo por si acaso.
Después vino a mi memoria el comienzo de la curva alrededor del Sky Harbor
International..., pero en mi recuerdo no llegué a terminarla. Supongo que debió de ser
entonces cuando me dormí.
Aunque ahora que recuperaba los recuerdos tenía la vaga impresión de haber salido del
coche cuando el sol acababa de ocultarse en el horizonte, con un brazo sobre los hombros de
Alice y el suyo firme alrededor de mi cintura, sujetándome mientras yo tropezaba en mí
caminar bajo las sombras cálidas y secas.
No recordaba esta habitación.
Miré el reloj digital en la mesilla de noche. Los números en rojo indicaban las tres, pero
no si eran de la tarde o de la madrugada. A través de las espesas cortinas no pasaba ni un hilo
de luz exterior, aunque las lámparas iluminaban la habitación.
Me levanté entumecida y me tambaleé hasta la ventana para apartar las cortinas.
Era de noche, así que debían de ser las tres de la madrugada. Mi habitación daba a una
zona despejada de la autovía y al nuevo aparcamiento de estacionamiento prolongado del
aeropuerto. Me sentí algo mejor al saber dónde me encontraba.
Me miré. Seguía llevando las ropas de Esme, que no me quedaban nada bien. Recorrí la
habitación con la mirada y me alborocé al descubrir mi petate en lo alto de un pequeño
armario.
Iba en busca de ropa nueva cuando me sobresaltó un ligero golpecito en la puerta.
— ¿Puedo entrar? —preguntó Alice.
Respiré hondo.
—Sí, claro.
Entró y me miró con cautela.
—Tienes aspecto de necesitar dormir un poco más.
Me limité a negar con la cabeza.
En silencio, se acercó despacio a las cortinas y las cerró con firmeza antes de volverse
hacia mí.
—Debemos quedarnos dentro —me dijo.
—De acuerdo —mi voz sonaba ronca y se me quebró.
— ¿Tienes sed?
—Me encuentro bien —me encogí de hombros—. ¿Y tú qué tal?
—Nada que no pueda sobrellevarse —sonrió—. Te he pedido algo de comida, la tienes
en el saloncito. Edward me recordó que comes con más frecuencia que nosotros.
Presté más atención en el acto.
— ¿Ha telefoneado?
—No —contestó, y vio cómo aparecía la desilusión en mi rostro—. Fue antes de que
saliéramos.
Me tomó de la mano con delicadeza y me llevó al saloncito de la suite. Se oía un
zumbido bajo de voces procedente de la televisión. Jasper estaba sentado inmóvil en la mesa
que había en una esquina, con los ojos puestos en las noticias, pero sin prestarles atención
alguna.
Me senté en el suelo al lado de la mesita de café donde me esperaba una bandeja de
comida y empecé a picotear sin darme cuenta de lo que ingería.
Alice se sentó en el brazo del sofá y miró a la televisión con gesto ausente, igual que
Jasper.
Comí lentamente, observándola, mirando también de hito en hito a Jasper. Me percaté
de que estaban demasiado quietos. No apartaban la vista de la pantalla, aunque acababan de
aparecer los anuncios.
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