Page 203 - Crepusculo 1
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—La mujer, sí, aunque no estoy seguro respecto a Laurent. El vínculo entre ellos no es
               muy fuerte y Laurent sólo los acompaña por conveniencia. Además, James lo avergonzó en el
               prado.
                     —Pero  James  y  la  mujer...  ¿intentarán  matarte?  —mi  voz  también  se  había  vuelto
               áspera al preguntar.
                     —Bella, no te permito que malgastes tu tiempo preocupándote por mí. Tu único interés
               debe ser mantenerte a salvo y por favor te lo pido, intenta no ser imprudente.
                     — ¿Todavía nos sigue?
                     —Sí, aunque no va a asaltar la casa. No esta noche.
                     Dobló por un camino invisible, con Alice siguiéndonos.
                     Condujo  directamente  hacia  la  casa.  Las  luces  del  interior  estaban  encendidas,  pero
               servían de poco frente a la oscuridad del bosque circundante. Emmett abrió mi puerta antes de
               que el vehículo se hubiera detenido del todo; me sacó del asiento, me empotró como un balón
               de fútbol contra su enorme pecho, y cruzó la puerta a la carrera llevándome con él.
                     Irrumpimos  en  la  gran  habitación  blanca  del  primer  piso,  con  Edward  y  Alice
               flanqueándonos a ambos lados. Todos se hallaban allí y se levantaron al oírnos llegar; Laurent
               estaba en el centro. Escuché los gruñidos sordos retumbar en lo profundo de la garganta de
               Emmett cuando me soltó al lado de Edward.
                     —Nos está rastreando —anunció Edward, mirando ceñudo a Laurent.
                     El rostro de éste no parecía satisfecho.
                     —Me temo que sí.
                     Alice se deslizó junto a Jasper y le susurró al oído; los labios le temblaron levemente
               por la velocidad de su silencioso monólogo. Subieron juntos las escaleras. Rosalie los observó
               y se acercó rápidamente al lado de Emmett. Sus bellos ojos brillaban con intensidad, pero se
               llenaron de furia cuando, sin querer, recorrieron mi rostro.
                     — ¿Qué crees que va a hacer? —le preguntó Carlisle a Laurent en un tono escalofriante.
                     —Lo  siento  —contestó—.  Ya  me  temí,  cuando  su  chico  la  defendió,  que  se
               desencadenaría esta situación.
                     — ¿Puedes detenerle?
                     Laurent sacudió la cabeza.
                     —Una vez que ha comenzado, nada puede detener a James.
                     —Nosotros lo haremos —prometió Emmett, y no cabía duda de a qué se refería.
                     —No podrán con él.  No he visto nada semejante en los  últimos  trescientos  años.  Es
               absolutamente letal, por eso me uní a su aquelarre.
                     Su aquelarre, pensé; entonces, estaba claro. La exhibición de liderazgo en el prado había
               sido solamente una pantomima.
                     Laurent seguía sacudiendo la cabeza. Me miró, perplejo, y luego nuevamente a Carlisle.
                     — ¿Estás convencido de que merece la pena?
                     El rugido airado de Edward llenó la habitación y Laurent se encogió. Carlisle miró a
               Laurent con gesto grave.
                     —Me temo que tendrás que escoger.
                     Laurent  lo  entendió  y meditó durante unos  instantes. Sus  ojos  se detuvieron en cada
               rostro y finalmente recorrieron la rutilante habitación.
                     —Me intriga la forma de vida que habéis construido, pero no quiero quedarme atrapado
               aquí dentro. No siento enemistad hacia ninguno de vosotros, pero no actuaré contra James.
               Creo  que  me  marcharé  al  norte,  donde  está  el  clan  de  Denali  —dudó  un  momento—.  No
               subestiméis  a James. Tiene una mente brillante y  unos  sentidos inigualables. Se siente tan
               cómodo como vosotros en el mundo de los hombres y no os atacará de frente... Lamento lo
               que se ha desencadenado aquí.  Lo siento de veras  —inclinó la cabeza, pero me lanzó otra
               mirada incrédula.




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