Page 213 - Crepusculo 1
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—Pero no tienes de qué preocuparte, no podrá encontrar nada que le lleve hasta ti. Sólo
tienes que permanecer ahí y esperar hasta que le encontremos otra vez.
—Me encuentro bien. ¿Está Esme con Charlie?
—Sí, la mujer ha estado en la ciudad. Entró en la casa mientras Charlie estaba en el
trabajo. No temas, no se le ha acercado. Está a salvo, vigilado por Esme y Rosalie.
— ¿Qué hace ella ahora?
—Probablemente, intenta conseguir pistas. Ha merodeado por la ciudad toda la noche.
Rosalie la ha seguido hasta las cercanías del aeropuerto, por todas las carreteras alrededor de
la ciudad, en la escuela... Está rebuscando por todos lados, Bella, pero no va a encontrar nada.
— ¿Estás seguro de que Charlie está a salvo?
—Sí, Esme no le pierde de vista; y nosotros volveremos pronto. Si el rastreador se
acerca a Forks, le atraparemos.
—Te echo de menos —murmuré.
—Ya lo sé, Bella. Créeme que lo sé. Es como si te hubieras llevado una mitad de mí
contigo.
—Ven y recupérala, entonces —le reté.
—Pronto, en cuanto pueda, pero antes me aseguraré de que estás a salvo —su voz se
había endurecido.
—Te quiero —le recordé.
— ¿Me crees si te digo que, a pesar del trago que te estoy haciendo pasar, también te
quiero?
—Desde luego que sí, claro que te creo.
—Me reuniré contigo enseguida.
—Te esperaré.
La nube de abatimiento se volvió a cernir sobre mí sigilosamente en cuanto se cortó la
comunicación.
Me giré para devolver el móvil a Alice y los encontré a ella y a Jasper inclinados sobre
la mesa. Ella dibujaba un boceto en un trozo del papel con el membrete del hotel. Me incliné
sobre el respaldo del sofá para mirar por encima de su hombro.
Había pintado una habitación grande y rectangular, con una pequeña sección cuadrada
al fondo. Las tablas de madera del suelo se extendían a lo largo de toda la estancia. En la parte
inferior de las paredes había unas líneas que atravesaban horizontalmente los espejos, y
también una banda larga, a la altura de la cintura, que recorría las cuatro paredes. Alice había
dicho que era una banda dorada.
—Es un estudio de ballet—dije al reconocer de pronto el aspecto familiar del cuarto.
Me miraron sorprendidos.
— ¿Conoces esta habitación?
La voz de Jasper sonaba calmada, pero debajo de esa tranquila apariencia fluía una
corriente subterránea de algo que no pude identificar.
Alice inclinó la cabeza hacia su dibujo, moviendo rápidamente ahora su mano por la
página; en la pared del fondo fue tomando forma una salida de emergencia y en la esquina
derecha de la pared frontal, una televisión y un equipo de música encima de una mesa baja.
—Se parece a una academia a la que solía ir para dar clases de ballet cuando tenía ocho
o nueve años. Tenía el mismo aspecto —toqué la página donde destacaba la sección cuadrada,
que luego se estrechaba en la parte trasera de la habitación—. Aquí se encontraba el baño, y
esa puerta daba a otra clase, pero el aparato de música estaba aquí —señalé la esquina
izquierda—. Era más viejo, y no había televisor. También había una ventana en la sala de
espera, que se podía ver desde este sitio si te colocabas aquí.
Alice y Jasper me miraban fijamente.
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