Page 217 - Crepusculo 1
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—No puedo ganar a la larga, Alice. No podéis proteger a toda la gente que conozco
               durante toda la vida. ¿No ves lo que está haciendo? No me persigue directamente a mí, pero
               encontrará y hará daño a cualquier persona que yo ame... Alice, no puedo...
                     —Le atraparemos, Bella —me aseguró ella.
                     — ¿Y si te hiere, Alice? ¿Crees que eso me va a parecer bien? ¿Crees que sólo puede
               hacerme daño a través de mi familia humana?
                     Alice miró a Jasper de forma significativa. Una espesa niebla y un profundo letargo se
               apoderaron de mí y los ojos se me cerraron sin que pudiera evitarlo. Mi mente luchó contra la
               niebla cuando me di cuenta de lo que estaba pasando. Forcé a mis ojos para que se abrieran y
               me levanté, alejándome de la mano de Jasper.
                     —No quiero volverme a dormir —protesté enfadada.
                     Caminé  hacia  mi  habitación  y  cerré  la  puerta,  en  realidad,  casi  di  un  portazo  para
               dejarme caer en la cama, hecha pedazos, con cierta privacidad. Alice no me siguió en esta
               ocasión.  Estuve  contemplando  la  pared  durante  tres  horas  y  media,  hecha  un  ovillo,
               meciéndome. Mi mente vagabundeaba en círculos, intentando salir de alguna manera de esta
               pesadilla. Pero no había forma de huir, ni indulto posible. Sólo veía un único y sombrío final
               que se avecinaba en mi futuro. La única cuestión era cuánta gente iba a resultar herida antes
               de que eso ocurriera.
                     El  único  consuelo,  la  única  esperanza  que  me  quedaba  era  saber  que  vería  pronto  a
               Edward. Quizás, sería capaz de hallar la solución que ahora me rehuía sólo con volverle a ver.
                     Regresé al salón, sintiéndome un poco culpable por mi comportamiento, cuando sonó el
               móvil.  Esperaba  que  ninguno  de  los  dos  se  hubiera  enfadado,  que  supieran  cuánto  les
               agradecía los sacrificios que hacían por mí.
                     Alice hablaba tan rápido como de costumbre, pero lo que me llamó la atención fue que,
               por primera vez, Jasper no se hallaba en la habitación. Miré el reloj; eran las cinco y media de
               la mañana.
                     —Acaban de subir al avión. Aterrizarán a las nueve cuarenta y cinco —dijo Alice; sólo
               tenía que seguir respirando unas cuantas horas más hasta que él llegara.
                     — ¿Dónde está Jasper?
                     —Ha ido a reconocer el terreno.
                     — ¿No os vais a quedar aquí?
                     —No, nos vamos a instalar más cerca de la casa de tu madre.
                     Sentí un retortijón de inquietud en el estómago al escuchar sus palabras, pero el móvil
               sonó de nuevo, lo que hizo que abandonara mi preocupación por el momento. Alice parecía
               sorprendida, pero yo ya había avanzado hacia él esperanzada.
                     —  ¿Diga?  —Contestó  Alice—.  No,  está  aquí  —me  pasó  el  teléfono  y  anunció  «Tu
               madre», articulando para que le leyera los labios.
                     — ¿Diga?
                     — ¿Bella? ¿Estás ahí?
                     Era la voz de mi madre, con ese timbre familiar que le había oído miles de veces en mi
               infancia cada vez que me acercaba demasiado al borde de la acera o me alejaba demasiado de
               su vista en un lugar atestado de gente. Era el timbre del pánico.
                     Suspiré.  Me  lo  esperaba,  aunque,  a  pesar  del  tono  urgente  de  mi  llamada,  había
               intentado que mi mensaje fuera lo menos alarmante posible.
                     —Tranquilízate,  mamá  —contesté  con  la  más  sosegada  de  las  voces  mientras  me
               separaba lentamente de Alice. No estaba segura de poder mentir de forma convincente con sus
               ojos fijos en mí—. Todo va bien, ¿de acuerdo? Dame un minuto nada más y te lo explicaré
               todo, te lo prometo.
                     Hice una pausa, sorprendida de que no me hubiera interrumpido ya.
                     — ¿Mamá?




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