Page 211 - Crepusculo 1
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Esperé: —
                     —Nuestros cuerpos de depredador disponen de un verdadero arsenal de armas. Fuerza,
               velocidad, sentidos muy agudos, y eso sin tener en cuenta a aquellos de nosotros que como
               Edward, Jasper o yo misma también poseemos poderes extrasensoriales. Además, resultamos
               físicamente atractivos a nuestras presas, como una flor carnívora.
                     Permanecí  inmóvil  mientras  recordaba  de  qué  forma  tan  deliberada  me  había
               demostrado Edward eso mismo en el prado.
                     Esbozó una sonrisa amplia y ominosa.
                     —Tenemos también otra arma de escasa utilidad. Somos ponzoñosos —añadió con los
               dientes  brillantes—.  Esa  ponzoña  no  mata,  simplemente  incapacita.  Actúa  despacio  y  se
               extiende  por  todo  el  sistema  circulatorio,  de  modo  que  ninguna  presa  se  encuentra  en
               condiciones físicas de resistirse y huir de nosotros una vez que la hemos mordido. Es poco
               útil, como te he dicho, porque no hay víctima que se nos escape en distancias cortas, aunque,
               claro, siempre hay excepciones. Carlisle, por ejemplo.
                     —Así que si se deja que la ponzoña se extienda... —murmuré.
                     —Completar la transformación requiere varios días, depende de cuánta ponzoña haya
               en  la  sangre  y  cuándo  llegue  al  corazón.  Mientras  el  corazón  siga  latiendo  se  sigue
               extendiendo,  curando  y  transformando  el  cuerpo  conforme  llega  a  todos  los  sitios.  La
               conversión  finaliza  cuando  se  para  el  corazón,  pero  durante  todo  ese  lapso  de  tiempo,  la
               víctima desea la muerte a cada minuto.
                     Temblé.
                     —No es agradable, ya te lo dije.
                     —Edward me dijo que era muy difícil de hacer... Y no le entendí bien —confesé.
                     —En  cierto  modo  nos  asemejamos  a  los  tiburones.  Una  vez  que  hemos  probado  la
               sangre o al menos la hemos olido, da igual, se hace muy difícil no alimentarse. Algunas veces
               resulta imposible. Así que ya ves, morder realmente a alguien y probar la sangre puede iniciar
               la vorágine. Es difícil para todos: el deseo de sangre por un lado para nosotros, y por otro el
               dolor horrible para la víctima.
                     — ¿Por qué crees que no lo recuerdas?
                     —No lo sé. El dolor de la transformación es el recuerdo más nítido que suelen tener casi
               todos de su vida humana —su voz era melancólica—. Sin embargo, yo no recuerdo nada de
               mi existencia anterior.
                     Estuvimos  allí  tumbadas,  ensimismadas  cada  una  en  nuestras  meditaciones.
               Transcurrieron  los  segundos,  y  estaba  tan  perdida  en  mis  pensamientos  que  casi  había
               olvidado su presencia.
                     Entonces,  Alice saltó de la cama sin  mediar aviso  alguno  y  cayó de pie con un ágil
               movimiento. Sorprendida, volví rápidamente la cabeza para mirarla.
                     —Algo ha cambiado.
                     Su voz era acuciante, pero no me reveló nada más.
                     Alcanzó  la  puerta  al  mismo  tiempo  que  Jasper.  Con  toda  seguridad,  éste  había  oído
               nuestra conversación y la repentina exclamación. Le puso las manos en los hombros y guió a
               Alice otra vez de vuelta a la cama, sentándola en el borde.
                     — ¿Qué ves? —preguntó Jasper, mirándola fijamente a los ojos, todavía concentrados
               en algo muy lejano. Me senté junto a ella y me incliné para poder oír su voz baja y rápida.
                     —Veo una gran habitación con espejos por todas partes. El piso es de madera. James se
               encuentra allí, esperando. Hay algo dorado... una banda dorada que cruza los espejos.
                     — ¿Dónde está la habitación?
                     —No lo sé. Aún falta algo, una decisión que no se ha tomado todavía.
                     — ¿Cuánto tiempo queda para que eso ocurra?






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