Page 188 - Crepusculo 1
P. 188
Contemplé con incredulidad cómo Edward saltaba desde la linde del bosque con la bola
en la mano alzada. Incluso yo pude ver su brillante sonrisa.
—Emmett será el que batea más fuerte —me explicó Esme—, pero Edward corre al
menos igual de rápido.
Las entradas se sucedieron ante mis ojos incrédulos. Era imposible mantener contacto
visual con la bola teniendo en cuenta la velocidad a la que volaba y el ritmo al que se movían
alrededor del campo los corredores de base.
Comprendí el otro motivo por el cual esperaban a que hubiera una tormenta para jugar
cuando Jasper bateó una roleta, una de esas pelotas que van rodando por el suelo, hacia la
posición de Carlisle en un intento de evitar la infalible defensa de Edward.
Carlisle corrió a por la bola y luego se lanzó en pos de Jasper, que iba disparado hacia la
primera base. Cuando chocaron, el sonido fue como el de la colisión de dos enormes masas de
roca. Preocupada, me incorporé de un salto para ver lo sucedido, pero habían resultado ilesos.
—Están bien —anunció Esme con voz tranquila.
El equipo de Emmett iba una carrera por delante. Rosalie se las apañó para revolotear
sobre las bases después de aprovechar uno de los larguísimos lanzamientos de Emmett,
cuando Edward consiguió el tercer out. Se acercó de un salto hasta donde estaba yo,
chispeante de entusiasmo.
— ¿Qué te parece? —inquirió.
—Una cosa es segura: no volveré a sentarme otra vez a ver esa vieja y aburrida Liga
Nacional de Béisbol.
—Ya, suena como si lo hubieras hecho antes muchas veces —replicó Edward entre
risas.
—Pero estoy un poco decepcionada —bromeé.
— ¿Por qué? —me preguntó, intrigado.
—Bueno, sería estupendo encontrar una sola cosa que no hagas mejor que cualquier
otra persona en este planeta.
Esa sonrisa torcida suya relampagueó en su rostro durante un momento, dejándome sin
aliento.
—Ya voy —dijo al tiempo que se encaminaba hacia la base del bateador.
Jugó con mucha astucia al optar por una bola baja, fuera del alcance de la
excepcionalmente rápida mano de Rosalie, que defendía en la parte exterior del campo, y,
veloz como el rayo, ganó dos bases antes de que Emmett pudiera volver a poner la bola en
juego. Carlisle golpeó una tan lejos fuera del campo —con un estruendo que me hirió los
oídos—, que Edward y él completaron la carrera. Alice chocó delicadamente las palmas con
ellos.
El tanteo cambiaba continuamente conforme avanzaba el partido y se gastaban bromas
unos a otros como otros jugadores callejeros al ir pasando todos por la primera posición. De
vez en cuando, Esme tenía que llamarles la atención. Otro trueno retumbó, pero seguíamos sin
mojarnos, tal y como había predicho Alice.
Carlisle estaba a punto de batear con Edward como receptor cuando Alice, de pronto,
profirió un grito sofocado que sonó muy fuerte. Yo miraba a Edward, como siempre, y
entonces le vi darse la vuelta para mirarla. Las miradas de ambos se encontraron y en un
instante circuló entre ellos un flujo misterioso. Edward ya estaba a mi lado antes de que los
demás pudieran preguntar a Alice qué iba mal.
— ¿Alice? —preguntó Esme con voz tensa.
—No lo he visto con claridad, no podría deciros... —susurró ella.
Para entonces ya se habían reunido todos.
— ¿Qué pasa, Alice? —le preguntó Carlisle a su vez con voz tranquila, cargada de
autoridad.
— 188 —