Page 184 - Crepusculo 1
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Su nariz trazó una línea sobre la piel de mi garganta hasta el borde de la barbilla. Su
aliento frío me cosquilleaba la piel.
— ¿Y ahora? —susurraron sus labios contra mi mandíbula.
—Árboles —aspiré aire—. Movimiento, mareo.
Levantó la cabeza para besarme los párpados.
—Bella, en realidad, no crees que te vayas a estampar contra un árbol, ¿a que no?
—No, aunque podría —repuse sin mucha confianza. Él ya olía una victoria fácil.
Me besó, descendiendo despacio por la mejilla hasta detenerse en la comisura de mis
labios.
— ¿Crees que dejaría que te hiriera un árbol?
Sus labios rozaron levemente mi tembloroso labio inferior.
—No —respiré. Tenía que haber en mi defensa algo eficaz, pero no conseguía
recordarlo.
—Ya ves —sus labios entreabiertos se movían contra los míos—. No hay nada de lo
que tengas que asustarte, ¿a que no?
—No —suspiré, rindiéndome.
Entonces tomó mi cara entre sus manos, casi con rudeza y me besó en serio, moviendo
sus labios insistentes contra los míos.
Realmente no había excusa para mi comportamiento. Ahora lo veo más claro, como es
lógico. De cualquier modo, parecía que no podía dejar de comportarme exactamente como lo
hice la primera vez. En vez de quedarme quieta, a salvo, mis brazos se alzaron para enroscarse
apretadamente alrededor de su cuello y me quedé de pronto soldada a su cuerpo, duro como la
piedra. Suspiré y mis labios se entreabrieron.
Se tambaleó hacia atrás, deshaciendo mi abrazo sin esfuerzo.
— ¡Maldita sea, Bella! —se desasió jadeando—. ¡Eres mi perdición, te juro que lo eres!
Me acuclillé, rodeándome las rodillas con los brazos, buscando apoyo.
—Eres indestructible —mascullé, intentando recuperar el aliento.
—Eso creía antes de conocerte. Ahora será mejor que salgamos de aquí rápido antes de
que cometa alguna estupidez de verdad —gruñó.
Me arrojó sobre su espalda como hizo la otra vez y vi el tremendo esfuerzo que hacía
para comportarse dulcemente. Enrosqué mis piernas en su cintura y busqué seguridad al
sujetarme a su cuello con un abrazo casi estrangulador.
—No te olvides de cerrar los ojos —me advirtió severamente.
Hundí la cabeza entre sus omóplatos, por debajo de mi brazo, y cerré con fuerza los
ojos.
No podía decir realmente si nos movíamos o no. Sentía la sensación del vuelo a lo largo
de mi cuerpo, pero el movimiento era tan suave que igual hubiéramos podido estar dando un
paseo por la acera. Estuve tentada de echar un vistazo, sólo para comprobar si estábamos
volando de verdad a través del bosque igual que antes, pero me resistí. No merecía la pena
ganarme un mareo tremendo. Me contenté con sentir su respiración acompasada.
No estuve segura de que habíamos parado de verdad hasta que no alzó el brazo hacia
atrás y me tocó el pelo.
—Ya pasó, Bella.
Me atreví a abrir los ojos y era cierto, ya nos habíamos detenido. Medio entumecida,
deshice la presa estranguladora sobre su cuerpo y me deslicé al suelo, cayéndome de espaldas.
— ¡Ay! —grité enfadada cuando me golpeé contra el suelo mojado.
Me miró sorprendido; era obvio que no estaba totalmente seguro de si podía reírse a mi
costa en esa situación, pero mi expresión desconcertada venció sus reticencias y rompió a reír
a mandíbula batiente.
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