Page 183 - Crepusculo 1
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— ¿Dónde guardáis este tanque?
—Hemos remodelado uno de los edificios exteriores para convertirlo en garaje.
— ¿No te vas a poner el cinturón?
Me lanzó una mirada incrédula.
Entonces caí en la cuenta del significado de sus palabras.
— ¿Correr todo el camino? O sea, ¿que una parte sí la vamos a hacer corriendo?
Mi voz se elevó varias octavas y él sonrió ampliamente.
—No serás tú quien corra.
—Me voy a marear.
—Si cierras los ojos, seguro que estarás bien.
Me mordí el labio, intentando luchar contra el pánico.
Se inclinó para besarme la coronilla y entonces gimió. Le miré sorprendida.
—Hueles deliciosamente a lluvia —comentó.
—Pero, ¿bien o mal? —pregunté con precaución.
—De las dos maneras —suspiró—. Siempre de las dos maneras.
Entre la penumbra y el diluvio, no sé cómo encontró el camino, pero de algún modo
llegamos a una carretera secundaria, con más aspecto de un camino forestal que de carretera.
La conversación resultó imposible durante un buen rato, dado que yo iba rebotando arriba y
abajo en el asiento como un martillo pilón. Sin embargo, Edward parecía disfrutar del paseo,
ya que no dejó de sonreír en ningún momento.
Y entonces fue cuando llegamos al final de la carretera; los árboles formaban grandes
muros verdes en tres de los cuatro costados del Jeep. La lluvia se había convertido en llovizna
poco a poco y el cielo brillante asomaba entre las nubes.
—Lo siento, Bella, pero desde aquí tenemos que ir a pie.
— ¿Sabes qué? Que casi mejor te espero aquí.
—Pero ¿qué le ha pasado a tu coraje? Estuviste estupenda esta mañana.
—Todavía no se me ha olvidado la última vez.
Parecía increíble que aquello sólo hubiera sucedido ayer. Se acercó tan rápidamente a
mi lado del coche que apenas pude apreciar una imagen borrosa. Empezó a desatarme el
arnés.
—Ya los suelto yo; tú, vete —protesté en vano.
—Humm... —parecía meditar mientras terminaba rápidamente—. Me parece que voy a
tener que forzar un poco la memoria.
Antes de que pudiera reaccionar, me sacó del Jeep y me puso de pie en el suelo. Había
ahora apenas un poco de niebla; parecía que Alice iba a tener razón.
— ¿Forzar mi memoria? ¿Cómo? —pregunté nerviosamente.
—Algo como esto —me miró intensamente, pero con cautela, aunque había una chispa
de humor en el fondo de sus ojos.
Apoyó las manos sobre el Jeep, una a cada lado de mi cabeza, y se inclinó, obligándome
a permanecer aplastada contra la puerta. Se inclinó más aún, con el rostro a escasos
centímetros del mío, sin espacio para escaparme.
—Ahora, dime —respiró y fue entonces cuando su efluvio desorganizó todos mis
procesos mentales—, ¿qué es exactamente lo que te preocupa?
—Esto, bueno... estamparme contra un árbol y morir —tragué saliva—. Ah, y
marearme.
Reprimió una sonrisa. Luego, inclinó la cabeza y rozó suavemente con sus fríos labios
el hueco en la base de mi garganta.
— ¿Sigues preocupada? —murmuró contra mi piel.
— ¿Sí? —luché para concentrarme—. Me preocupa terminar estampada en los árboles y
el mareo.
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