Page 182 - Crepusculo 1
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—Entra, Edward.
Respiré aliviada al ver que Charlie no se había equivocado con el nombre.
—Gracias, jefe Swan —dijo él con voz respetuosa.
—Entra y llámame Charlie. Ven, dame la cazadora.
—Gracias, señor.
—Siéntate aquí, Edward.
Hice una mueca.
Edward se sentó con un ágil movimiento en la única silla que había, obligándome a
sentarme al lado del jefe Swan en el sofá. Le lancé una mirada envenenada y él me guiñó un
ojo a espaldas de Charlie.
—Tengo entendido que vas a llevar a mi niña a ver un partido de béisbol.
El que llueva a cántaros y esto no sea ningún impedimento para hacer deporte al aire
libre sólo ocurre aquí, en Washington.
—Sí, señor, ésa es la idea —no pareció sorprendido de que le hubiera contado a mi
padre la verdad. Aunque también podría haber estado escuchando, claro.
—Bueno, eso es llevarla a tu terreno, supongo ¿no?
Charlie rió y Edward se unió a él.
—Estupendo —me levanté—. Ya basta de bromitas a mi costa. Vamonos.
Volví al recibidor y me puse la cazadora. Ellos me siguieron.
—No vuelvas demasiado tarde, Bella.
—No se preocupe Charlie, la traeré temprano —prometió Edward.
—Cuidarás de mi niña, ¿verdad?
Refunfuñé, pero me ignoraron.
—Le prometo que estará a salvo conmigo, señor.
Charlie no pudo cuestionar la sinceridad de Edward, ya que cada palabra quedaba
impregnada de ella.
Salí enfadada. Ambos rieron y Edward me siguió.
Me paré en seco en el porche. Allí, detrás de mi coche, había un Jeep gigantesco. Las
llantas me llegaban por encima de la cintura, protectores metálicos recubrían las luces traseras
y delanteras, además de llevar cuatro enormes faros antiniebla sujetos al guardabarros. El
techo era de color rojo brillante.
Charlie dejó escapar un silbido por lo bajo.
—Poneos los cinturones —advirtió.
Edward me siguió hasta la puerta del copiloto y la abrió. Calculé la distancia hasta el
asiento y me preparé para saltar. Edward suspiró y me alzó con una sola mano. Esperaba que
Charlie no se hubiera dado cuenta.
Mientras regresaba al lado del conductor, a un paso normal, humano, intenté ponerme el
cinturón, pero había demasiadas hebillas.
— ¿Qué es todo esto? —le pregunté cuando abrió la puerta.
—Un arnés para conducir campo a traviesa.
—Oh, oh.
Intenté encontrar los sitios donde se tenían que enganchar todas aquellas hebillas, pero
iba demasiado despacio. Edward volvió a suspirar y se puso a ayudarme. Me alegraba de que
la lluvia fuera tan espesa como para que Charlie no pudiera ver nada con claridad desde el
porche. Eso quería decir que no estaba dándose cuenta de cómo las manos de Edward se
deslizaban por mi cuello, acariciando mi nuca. Dejé de intentar ayudarle y me concentré en no
hiperventilar.
Edward giró la llave y el motor arrancó; al fin nos alejamos de la casa.
—Esto es... humm... ¡Vaya pedazo de Jeep que tienes!
—Es de Emmett. Supuse que no te apetecería correr todo el camino.
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