Page 177 - Crepusculo 1
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EL PARTIDO
Apenas había comenzado a lloviznar cuando Edward dobló la esquina para entrar en mi
calle. Hasta ese momento, no había albergado duda alguna de que me acompañaría las pocas
horas de interludio hasta el partido que iba a pasar en el mundo real.
Entonces vi el coche negro, un Ford desvencijado, aparcado en el camino de entrada a la
casa de Charlie, y oí a Edward mascullar algo ininteligible con voz sorda y áspera.
Jacob Black estaba de pie detrás de la silla de ruedas de su padre, al abrigo de la lluvia,
debajo del estrecho saliente del porche. El rostro de Billy se mostraba tan impasible como la
piedra mientras Edward aparcaba el monovolumen en el bordillo. Jacob clavaba la mirada en
el suelo, con expresión mortificada.
—Esto... —la voz baja de Edward sonaba furiosa—. Esto es pasarse de la raya.
— ¿Han venido a avisar a Charlie? —aventuré, más horrorizada que enfadada.
Edward asintió con sequedad, respondiendo con los ojos entrecerrados a la mirada de
Billy a través de la lluvia.
Se me aflojaron las piernas de alivio al saber que Charlie no había llegado aún.
—Déjame arreglarlo a mí —sugerí, ansiosa al ver la oscura mirada llena de odio de
Edward.
Para mi sorpresa, estuvo de acuerdo.
—Quizás sea lo mejor, pero, de todos modos, ten cuidado. El chico no sabe nada.
Me molestó un poco la palabra «chico».
—Jacob no es mucho más joven que yo —le recordé.
Entonces, me miró, y su ira desapareció repentinamente.
—Sí, ya lo sé ——me aseguró con una amplia sonrisa.
Suspiré y puse la mano en la manija de la puerta.
—Haz que entren a la casa para que me pueda ir —ordenó—. Volveré hacia el
atardecer.
— ¿Quieres llevarte el coche? —pregunté mientras me cuestionaba cómo le iba a
explicar su falta a Charlie.
Edward puso los ojos en blanco.
—Puedo llegar a casa mucho más rápido de lo que puede llevarme este coche.
—No tienes por qué irte —dije con pena.
Sonrió al ver mi expresión abatida.
—He de hacerlo —lanzó a los Black una mirada sombría—. Una vez que te libres de
ellos, debes preparar a Charlie para presentarle a tu nuevo novio.
Esbozó una de sus amplias sonrisas que dejó entrever todos los dientes.
—Muchas gracias —refunfuñé.
Sonrió otra vez, pero con esa sonrisa traviesa que yo amaba tanto.
—Volveré pronto —me prometió.
Sus ojos volaron de nuevo al porche y entonces se inclinó para besarme rápidamente
justo debajo del borde de la mandíbula. El corazón se me desbocó alocado y yo también eché
una mirada al porche. El rostro de Billy ya no estaba tan impasible, y sus manos se aferraban
a los brazos de la silla.
—Pronto —remarqué, al abrir la puerta y saltar hacia la lluvia.
Podía sentir sus ojos en mi espalda conforme me apresuraba hacia la tenue luz del
porche.
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