Page 175 - Crepusculo 1
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—No deberías haberlo dicho.
No le vi saltar hacia mí, fue demasiado rápido. De repente me encontré en el aire y
luego caímos sobre el sofá, que golpeó contra la pared por el impacto. Sus brazos formaron
una protectora jaula durante todo el tiempo, por lo que apenas sentí el zarandeo, pero seguía
respirando agitadamente cuando intenté ponerme en pie.
— ¿Qué era lo que decías? —preguntó juguetón.
—Que eres un monstruo realmente aterrador —repliqué. El jadeo de mi voz estropeó
algo el sarcasmo de mi respuesta.
—Mucho mejor —aprobó.
—Esto... —forcejeé——. ¿Me puedes bajar ya?
Se limitó a reírse.
— ¿Se puede? —preguntó una voz que parecía proceder del vestíbulo.
Me debatí para liberarme, pero Edward se limitó a dejar que pudiera sentarme de forma
más convencional sobre su regazo. Entonces vi en el vestíbulo a Alice y a Jasper detrás de
ella. Me puse colorada, pero Edward parecía a gusto.
—Adelante —contestó Edward, que aún seguía riéndose discretamente.
Alice no pareció hallar nada inusual en nuestro abrazo. Caminó —casi bailó, tal era la
gracia de sus movimientos— hacia el centro del cuarto y se dobló de forma sinuosa para
sentarse sobre el suelo. Jasper, sin embargo, se detuvo en el umbral un poco sorprendido.
Clavó los ojos en el rostro de Edward y me pregunté si estaba tanteando el clima reinante con
su inusual sensibilidad.
—Parecía que te ibas a almorzar a Bella —anunció Alice—, y veníamos a ver si la
podíamos compartir.
Me puse rígida durante un instante, hasta que me percaté de la gran sonrisa de Edward.
No sabría decir si se debía al comentario de Alice o a mi reacción.
—Lo siento. No creo que haya bastante para compartir —replicó sin dejar de rodearme
con los brazos.
—De hecho —dijo Jasper, sonriendo a su pesar cuando entró en la habitación—, Alice
anuncia una gran tormenta para esta noche y Emmett quiere jugar a la pelota. ¿Te apuntas?
Las palabras eran bastante comunes, pero me desconcertaba el contexto; aunque Alice
era más fiable que el hombre del tiempo.
Los ojos de Edward se iluminaron, pero aun así vaciló.
—Traerías a Bella, por supuesto —añadió Alice jovialmente. Había creído atisbar la
rápida mirada que Jasper le lanzaba.
— ¿Quieres ir? —me preguntó Edward, animado y con expresión de entusiasmo.
—Claro —no podía decepcionar a un rostro como ése—. Eh, ¿adonde vamos?
—Hemos de esperar a que truene para jugar, ya verás la razón —me prometió.
— ¿Necesitaré un paraguas?
Las tres rompieron a reír estrepitosamente.
— ¿Lo va a necesitar? —preguntó Jasper a Alice.
—No; —estaba segura—. La tormenta va a descargar sobre el pueblo. El claro del
bosque debería de estar bastante seco.
—En ese caso, perfecto.
El entusiasmo de la voz de Jasper fue contagioso, por descontado. Yo misma me
descubrí más curiosa que aterrada.
—Vamos a ver si Carlisle quiere venir.
Alice se levantó y cruzó la puerta de un modo que hubiera roto de envidia el corazón de
una bailarina.
—Como si no lo supieras —la pinchó Jasper.
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