Page 53 - Manolito Gafotas
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cabeza metida en el cuello del chándal, supo que estaba esperando mi bronca
      correspondiente.  Tomó  aire  para  empezar  su  discurso,  pero  mi  abuelo  la
      interrumpió:















        —No le digas nada al chiquillo que el jarrón lo he roto yo. Yo le he dejado la
      espuma de afeitar al canijo y yo le he subido al sofá.
        Mi madre empezó a echarle la bronca a mi abuelo y mi abuelo aprovechó
      para  bajarse  a  tomar  un  café  con  gambas  al  Tropezón,  que  es  lo  que  hace
      cuando no le gusta el panorama.
        Por  la  noche  me  metí  en  la  cama  de  mi  abuelo  para  calentarle  los  pies.
      Siempre me recompensa con veinticinco pesetas en la hucha, pero esa noche le
      dije que se los calentaba gratis por haberme salvado de la silla eléctrica.
        Mi abuelo me dijo que como siguiera con esa novia sería el primer niño con
      infarto del mundo mundial.
        Al día siguiente, cuando estábamos en el recreo, la Susana me mandó insultar
      a  un  niño  de  cuarto,  llevarle  tierra  para  hacer  un  castillo  y  hacer  de  peste
      bubónica con tres de sus amigas.
        El que la liga en la peste bubónica tiene que pillar a los demás y nadie lo
      puede rozar ni tocar, eres un apestado. La Susana me mandó ser un apestado todo
      el recreo. Yo pensé: « Qué rollo repollo» . Por primera vez estaba deseando que
      se acabara el recreo. Fue el recreo más odioso de mi vida en este planeta.
        Cuando subíamos a clase le dije al Orejones:
        —Esta tarde puedes invitar a la Susana a ver el demonio de Tasmania, yo
      tengo kárate.
        Desde  luego,  mi  amigo  el  Orejones  no  se  caracteriza  por  ser  un  gran
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