Page 314 - Frankenstein
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tación, mientras la imaginación me asediaba
   con mil ideas torturantes. ¿Por qué no lo había
   perseguido y entablado con él un combate a
   muerte? Le había permitido escapar y ahora se
   dirigía hacia el continente. Temblaba al pensar
   en quién sería la próxima víctima sacrificada a
   su insaciable venganza. De pronto recordé sus
   palabras: «Estaré a  tu  lado  en  tu  noche  de  bodas.»
   Esa, pues, era la fecha en la que se cumpliría mi
   destino. Entonces moriría y, al tiempo, quedaría
   satisfecha y extinguida su maldad. Esto no me
   asustaba; pero la imagen de mi querida Eliza-
   beth, derramando lágrimas de inconsolable
   dolor al ver que su marido le era arrebatado
   cruelmente, me hizo, por primera vez en mu-
   chos  meses,  prorrumpir  en  llanto,  y  decidí  no
   sucumbir ante mi enemigo sin luchar.
     Terminó la noche, y el sol se levantó por el
   horizonte. Empecé a tranquilizarme, si se puede
   llamar tranquilidad a aquello en lo que nos su-
   mimos cuando la violencia de la ira deja paso a
   la desesperación. Abandoné la casa, horrible
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