Page 34 - Cloe-y-el-poubolt-magico
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Emergieron  en  la  playa  de  Soulou  y  se  quitaron  el  salitre  con  un  baño  en  la  cascada.  Limpios  y

            frescos, visitaron el bosque, donde unos makis, los lémures de la isla, juguetearon con ellos un buen
            rato.  Cloe  se  volvió  a  agarrar  a  la  cola  de  un  maki  revoltoso  cuando  se  encontró  en  otro  bosque
            totalmente distinto. Los árboles eran diferentes, y en sus troncos crecían helechos, musgo y hasta
            preciosas orquídeas blancas.



            —¿Has visto que rápido hemos llegado a la Guayana Francesa, en América del Sur?
            —¿América? ¡Si estábamos en África!
            —Así  de  veloz  soy  —François  guiñó  risueño—.  Este  bosque  forma  parte  del Amazonas,  estamos

            cerca de Brasil.


            Cloe admiraba y analizaba cada detalle a su alrededor. Posada sobre una enorme hoja, una ranita
            amarilla y negra los miraba con curiosidad. La chica fue a acariciarla y François le sujetó la mano.



            —Cuidado: aunque pequeña, la rana flecha es muy venenosa. Su color amarillo te avisa.


            Cloe recordó que el color amarillo y rojo de los animales indicaban que podían ser venenosos, aunque

            la carita de inocencia de la rana la había confundido.


            Pese  a  estar  algo  cansados,  François  llevó  a  Cloe  a  las  dos  últimas  islas  francesas  de América,
            situadas algo más al norte. Cloe se encontró junto a una enorme casa antigua.



            —¿Dónde estamos ahora? —No terminaba de acostumbrarse a esos cambios tan repentinos.
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