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—En la isla de Martinica, esto es el Caribe. —Cloe no parecía convencida. Su imagen del Caribe eran
playas de arenas blancas y cocoteros, así que François continuó—: A este tipo de casa se les llama
“habitación”, son antiguas casas coloniales.
Cloe pensó que aquella casa tan enorme seguro que tenía muchas “habitaciones”, aunque no quiso
entrar en un juego de palabras. Cerca de la casa, un majestuoso árbol llamó su atención.
—Éste es “Zamana”, fue declarado el árbol más bello de Francia.
Cloe se dirigió a él y lo abrazó un rato. Sintió su paz y años de sabiduría. Y es que ese anciano había
vivido muchas historias bajo sus ramas.
Y, como siempre, François la trasladaba cuando menos se lo esperaba…, y así se vio en mitad del
mercado de las especias de San Antonio, en Pointe-à-Pitre, abrazada a una fuente.
—A la isla de Guadalupe se le llama también “la isla de las especias”.
Cloe pudo comprobar rápidamente porqué. Un mercado multicolor se abría ante ella, todo repleto de
especias multicolor. Se dispuso a olfatear algunas, cautivada por los distintos olores, sin percatarse de
que, con la emoción, se manchaba la cara con unas y otras especias.
En la plaza de Montmartre, apareció una chica con la cara teñida de múltiples colores. Su familia la
observaba con cierta preocupación, Cloe hacía cosas muy raras desde que llegaron a Francia.