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Capítulo 9. BOURGOGNE-FRANCHE-COMPTÉ, la magia de los galos
Cada mañana, Cloe corría en dirección a la plaza. Sus padres aún no entendían su interés; sin
embargo, se alegraban de su entusiasmo.
—¿Comenzamos hoy con algo divertido? No más caca de vaca, ¡promételo!
El Poulbot sonrió, Cloe no sabía si temer o alegrarse con lo que verían.
Lo primero que sintió fue un chorro de agua fresca directo a su cara. Al abrir los ojos, vio decenas de
chorros que lanzaban agua a diestro y siniestro. Saltaba para esquivar uno y caía en otro.
François reía a carcajadas, aunque nadie lo oía. En cambio, Cloe chillaba y alborotaba la nueva y
enorme plaza en la que se hallaban. Al final, Cloe también reía y jugueteaba con los chorros, eran
más divertidos de lo que imaginó en un principio.
—Mira a tu espalda, es el Palacio de los Duques de Borgoña, estamos en Dijon.
Cloe se quedó perpleja al ver el majestuoso palacio. Entraron y recorrieron sus amplios salones,
donde, siglos atrás, reyes y nobles habían bailado por sus alfombras decoradas.
De paseo por la ciudad, Cloe advirtió un tarro que le resultaba familiar, recordaba haberlo visto antes.
—Es la mostaza de Dijon, mundialmente conocida. Pruébala con pan de especias.