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Prosiguieron su viaje en bicicleta, ambos con una sonrisa. Al llegar a un parque natural, Cloe observó
un chico en silla de ruedas, desplazándose por un camino adaptado.
—El parque natural regional de Morvan ha habilitado senderos para gente con problemas de
movilidad.
—¡Qué bien! Así todas las personas pueden visitarlo.
—¡Lo mejor, como siempre, se ve desde arriba!
Y subieron y subieron hasta llegar a la cima del monte de Beuvray. Desde allí, se dejaban entrever
lagos, bosques y parajes naturales alucinantes.
—Las vistas son fantásticas, aunque, si miras detrás de ti, descubrirás Bibracte.
—¡Ah!, vale, más construcciones antiguas.
—Creía que te gustaban Astérix y Obélix.
—¡Claro! Me encantan los cómics.
—Pues esto no es una simple construcción antigua, es un yacimiento arqueológico galo. Vamos, que
los galos vivieron aquí. Seguro que fue donde inventaron la poción mágica.
—¡Esa poción no existe!
—Que no la conozcas no quiere decir que no exista. Mírame, mucha gente no cree en mí.
A Cloe le brillaron los ojos. Se lanzó a indagar entre las piedras, en busca de la marmita mágica. Casi
desistió cuando François le ofreció un cazo con una poción extraña. Dudó un momento, finalmente, la
probó y… adquirió tal fuerza, que cogió unas enormes piedras e hizo con ellas malabares. ¡Qué
emocionante era la magia!