Page 62 - Cloe-y-el-poubolt-magico
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Cloe  tocaba,  reía  y  saltaba,  tanto  que  parecía  volar.  En  uno  de  los
      saltos,  se  encontró  en  lo  alto  de  la  Torre  Eiffel.  Ahora  podía
      contemplar París desde las alturas.



        —¡Estamos  en  lo  más  alto  del  símbolo  de  París!  ¡Qué  flipada!  —
      Cloe, que había visto la torre días antes, la observaba ahora desde
      otra perspectiva diferente.

      —Pues  hubo  un  tiempo  que  quisieron  derruirla.  Después  se  dieron
      cuenta  de  que  era  ideal  para  las  antenas  de  radiotelegrafía.  Las
      tecnologías y la comunicación salvaron la torre.
      —¡Qué interesante!

      —Ahora lleva el nombre de su constructor, aunque antes era “la torre
      de los trescientos metros”. Tiene algunos más, pero a los franceses
      les gusta redondear.
      —Sí, torres de trescientos y guerras de cien.



      Ambos  rieron,  era  estupendo  acordarse  de  todas  las  aventuras
      vividas en esos días.



      Desde  allí  arriba,  el  río  Sena  parecía  llamarlos.  François  consiguió
      una barca con remos y paseó a su amiga. Junto a ellos, los turistas
      del  “barco  mouche”  fotografiaban  una  barca  con  remos  que  se
      movían  solos.  Nuestra  chica  sonreía,  algo  tímida,  y  movía  la  mano

      como si tuviese un mando que los controlase, para disimular.
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