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Capítulo 14. ÎLE-DE-FRANCE, vista desde arriba





            Aquella mañana, Cloe parecía angustiada. Se adelantó a su familia y llegó antes a la plaza.



            —¡Mañana volvemos a España! —gritó cuando vio a François, sin importarle quien escuchaba.
            —Lo sé. Dejé la guinda de la tarta para el final: ¡mi ciudad!


            Y sin más, aparecieron en el interior de un campanario, el de Nôtre-Dame de París. Cloe había visto

            ese lugar en el cine, aunque no recordaba la película. Dio una vuelta, y junto a una enorme campana
            se encontraba un señor encorvado. Parecía muy triste.


            —¡El jorobado de Nôtre-Dame! ¡Es él! ¡Lo recuerdo!



            —Sí, Víctor Hugo, uno de nuestros grandes escritores, escribió la obra. —Miró a Cloe y se dio cuenta
            de que sólo estaba interesada en la expresión tan afligida del protagonista de la historia—. No hace
            mucho la catedral sufrió un gran incendio, por eso está tan apenado. Él es el espíritu mágico de este

            lugar.


            Cloe  recordó  lo  que  le  gustaba  a  este  ser  mágico  tocar  las  campanas  de  su  catedral,  así  que  se
            aproximó a él, le cogió la mano y, juntos, tiraron de la cuerda larga y gruesa y se pusieron a tocar.

            Primero de forma suave y después con más fuerza. El jorobado comenzó a reír y el sonido de las
            campanas, melódico, se unió a su risa. Parecía una obra musical.
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